Esta tarde fría de domingo me siento frente al papel en blanco con la mente llena de ideas que pelean por salir en formas de signos negros, en líneas de izquierda a derecha, sin otro objetivo que ir formando un rectángulo ordenado, con sentido porque así nos enseñaron en la escuela. Cada palabras condiciona o influye en la siguiente y al avanzar en la frase las opciones se van restringiendo. Cerca de la despedida del sol todo se agolpa, las palabras se cuelan por los ojos, la nariz, los oídos... Mis dedos apenas pueden con ellas, nunca aprendí a teclear rápido.
En esos momentos me viene a la mente mi obsesión de si lo que digo o escribo es entendido, interpretado por los demás de la misma manera que yo lo hago. Si comparten mi intención comunicativa y si, al mismo tiempo, yo interpreto y entiendo lo que escriben o dicen los demás. Parece, a veces, que viviéramos en realidades distintas, donde el lenguaje tuviera múltiples significados, donde las palabras fueran interpretadas según la experiencia del mundo de cada cual. Si esa experiencia está sesgada por intereses grises, mezquinos o limitados, lo que se recibe de las palabras, de los sentimientos de los demás, será a su vez mezquino, pobre y sesgado. No podremos confiar en la bondad del otro u otra.
Es algo parecido, pienso, como cuando estás admirando un paisaje que no despierta nada en la persona que está a tu lado. O cuando escuchas una canción que te estremece sin despertar ningún sentimiento en la persona que está a tu lado. Otras veces puede ser al contrario y recibes la palabra y sentimientos del otro u otra como un alma gemela con la que podemos compartir trabajos ilusiones. Tomamos a esa persona como con la que podemos bailar a la luz de la luna sin miedo al ridículo ni al abandono, para más tarde darte cuenta que solo era tu deseo el que había obrado el milagro de creer que habías sido entendida. Cuando la risa y la lágrima son compartidas, ahí hemos encontrado el verdadero entendimiento entre iguales.
Decía al principio que las ideas pelean por salir al papel, pero para qué si cada cual las entenderá de forma misteriosamente diferente. No estoy esta tarde para muchas palabras, así que limitémonos a contemplar la despedida del sol que es igual para todos… o no.