La monarquía es la forma de organizarse un estado en el que su jefatura y representación suprema la ejerce una persona con el título de rey, que ha recibido el poder por vía hereditaria y lo transmite a sus herederos de la misma forma. No siempre ha sido así ya que en los tiempos antiguos el rey tenía un carácter electivo, aunque generalmente la elección la realizaban los personajes más representativos e influyentes de la sociedad, entre los que recaía dicho nombramiento.
Por ello era frecuente que entre las clases poderosas hubiera enfrentamientos y conspiraciones, e incluso regicidios. A lo largo de la historia ha habido dos tipos de monarquías la absolutista, cuando un rey tenía en su persona todo el poder y constitucional, cuando el monarca gobierna y reina de acuerdo con una constitución.
En España, desde la caída del Imperio Romano, del que formaba parte Hispania, la forma predominante de su gobierno a lo largo de su historia ha sido la monarquía, con dos breves periodos de tiempo en que se intentó cambiar este sistema por el republicano, que no triunfó. Por ello la historia político- institucional de España es en gran parte la de su monarquía y sus reyes.
Los antiguos pueblos ibéricos, celtas y otros asentados en la península como los tartesos adoptaron formas de gobierno con parecidas estructuras a las monarquías tradicionales.
La caída del Imperio Romano de Occidente, originado por la invasión de los pueblos bárbaros, de origen germánico, España fue ocupada por suevos, los vándalos, alanos y los visigodos. Estos tras arrojar del suelo hispano a los vándalos y a los alanos y confinar a los suevos en Galicia, se establecieron en España, desde el siglo V d. C. adoptando como forma de gobierno la monarquía electiva, es decir, la corona no pasaba de padres a hijos sino que la designación del rey se realizaba por medio de la votación entre la nobleza, por lo que el pueblo quedaba al margen. En este sistema estuvieron muy presentes las intrigas e incluso los asesinatos de los reyes.
La caída del reino hispanogodo como consecuencia de sus conflictos internos y de la conquista musulmana dio comienzo al largo periodo conocido como Reconquista. En el norte peninsular se construyeron reinos, que procedieron de manera paulatina e ininterrumpida a recuperar el territorio peninsular teniendo como referencia al desaparecido reino visigodo, adquiriendo para ello la forma de monarquía, que pasó de ser electiva a hereditaria.
Asturias, Galicia, León y Castilla, Navarra, Aragón y los condados catalanes consolidaron sus territorios originarios y los ampliaron favoreciendo también la creación de nuevos reinos en los espacios conquistados. Así aparecieron los reinos de Portugal, Valencia y Mallorca, en la mitad septentrional de la Península Ibérica. En el sur Al-Andalus se organizó también de forma monárquica, el Emirato, primero y el Califato de Córdoba, después y por último los reinos de Taifas.
Con el transcurso de los años las monarquías peninsulares se fueron unificando hasta terminar primero con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, después se incorporó Navarra y posteriormente Portugal en el reinado de Felipe II. El tránsito del Antiguo Régimen al Estado Liberal es también el tránsito de la soberanía como competencia del rey a la soberanía como atributo exclusivo de la nación y así se estableció en Cádiz con la Constitución de 1812. En ese proceso de traslación de la titularidad de la soberanía hacia el pueblo, el monarca se afirmó como la máxima representación institucional y personal de la nación soberana. Esta traslación es fundamental para comprender la identidad final del rey en la actualidad como jefe del estado y representante máximo de la nación en la cual reside la soberanía.
Sin embargo la monarquía española fue desprestigiándose hasta que la Revolución de 1868 arrojó de España a Isabel II y tras la abdicación de Amadeo I de Saboya se proclamó la I República española, con una breve duración, para volver de nuevo a la monarquía como forma de gobierno que ha durado hasta nuestros días con un paréntesis en el siglo pasado primero con la II República y después con la dictadura de Franco.
Al linaje real español, que tiene sus raíces en las familias reales de los antiguos reinos cristianos hispánicos de la Alta Edad Media, se adscribieron en cada periodo histórico diferentes casas dinásticas, cada una de ellas con un apellido específico con el que se designó a la familia real. Así, aunque se admite convencionalmente y desde criterios clasificatorios e historiográficos que sobre la totalidad de España desde su unificación han reinado las Casas de Trastámara, Austria y Borbón, en realidad existe una continuidad dinástica y de linaje que liga genealógicamente al actual titular de la Corona de España, S. M. el Rey Don Felipe VI, con la generalidad de los Reyes españoles de las Edades Moderna y Contemporánea y con los más remotos monarcas de los reinos medievales peninsulares.
La palabra república proviene del latín Res publica, “la cosa pública”, o sea, el conjunto de todos elementos que forman parte de lo que llamamos público, es decir, que pertenece a todos los ciudadanos. La forma de gobierno fue utilizada por vez primera por Roma cuando cambió la forma de gobierno de la monarquía por el de la república en el 510 a. C. Sin embargo, los romanos no concebían la participación ciudadana plena y las instituciones estaban dominadas por las clases más pudientes, generalmente familias más importantes, los patricios que dominaban las dos más importantes el Senado y los Cónsules (2), elegidos por el Senado cada año. El pueblo era desdeñado hasta que consiguieron que se reconociera los tribunos de la plebe para poder defender los intereses del pueblo.
Actualmente nuestro concepto de república es diferente ya que con este término designamos el sistema en el que impera la igualdad de derechos de todos los ciudadanos sin distinción de clase, el imperio de la ley y la separación de los poderes públicos. Conceptos nacidos tras la Revolución Francesa en 1789 cuando se abolió la monarquía tradicional. En ella se destaca la participación activa de los ciudadanos en el quehacer político, la representación en las instituciones de los ciudadanos a través de las elecciones libres y democráticas y la libertad e igualdad ante la ley.
En España, desde la desaparición del dominio romano hasta nuestros días, tan sólo han existido 2 periodos republicanos, la I República en 1873 y la II República en 1931. La I República nació tras la abdicación de Amadeo I de Saboya el 10 de febrero de 1873, como consecuencia de romperse la coalición gubernamental (unionistas, progresistas y demócratas) que dejó al monarca sin el apoyo necesario para hacer frente a los graves problemas del país. Las Cortes aprobaron la República al día siguiente por una mayoría amplia de votos a favor, aunque gran parte de los diputados eran monárquicos. Esta decisión fue una estrategia de estos últimos para acelerar el proceso de deterioro político para que le diera tiempo a organizar la vuelta de la dinastía borbónica.
Nació con graves problemas pues incluso los republicanos no tenían claro el modo de organizar el estado. Centralistas, federales, cantonalistas y conservadores no se ponían de acuerdo y comenzaron a aparecer revueltas y sublevaciones cantonales protagonizados por artesanos, tenderos y asalariados dirigidos por federalistas intransigentes, decepcionados con la política general de la naciente república. El 29 de diciembre de 1874 el general Martínez Campos da un golpe de estado y restaura la monarquía borbónica. Sólo duró 1 año y 11 meses y contó con 4 presidentes: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar.
La II República española surgió tras la decisión del rey Alfonso XII de abandonar el país, partiendo hacia el exilio tras las elecciones municipales celebradas el 12 de abril de 1931 que había dado la victoria a las fuerzas republicanas en la mayoría de las grandes ciudades, que se consideró como un plebiscito contra la monarquía. Por ello el 14 por la mañana en la ciudad guipuzcoana de Eibar se proclamó la República y a lo largo del día en casi todas las ciudades españolas, mientras la población salía a voluntariamente a la calle para mostrar su alborozo y alegría para celebrar la llegada del nuevo régimen.
Pronto la nueva República despertó grandes esperanzas entre las clases menos favorecidas que pusieron todas sus esperanzas en que el nuevo régimen llevaría a cabo un profundo cambio en la distribución de la riqueza y la renta. Pero, también suscitó una profunda desconfianza entre los propietarios de tierra y los empresarios, cuyas inversiones eran decisivas para el aumento de la producción y el empleo. Así mismo contó con la oposición abierta de la iglesia, al proclamarse por la Constitución que España era un estado laico.
Las reformas emprendidas por los gobiernos de izquierda pronto contaron con la resistencia y oposición de los sectores más directamente afectados, iglesia, ejército, propietarios de tierras y organizaciones patronales, que fueron reorganizando la derecha monárquica posiciones antidemocráticas y de carácter autoritario, mientras que en el seno del ejército aparecieron sectores que pretendieron recoger el descontento generado entre los grupos más conservadores de la sociedad por las reformas emprendidas, tales como la reforma agraria, la reforma religiosa y la del ejército.
También en el sector del sindicalismo y obrero apareció una fuerte contestación al nuevo régimen. Por un lado, los sectores más radicales del anarquismo agrupados en la FAI vieron una oportunidad en la experiencia republicana para propiciar la revolución y así fomentaron la conflictividad laboral, la insurrección campesina y el establecimiento de comunas libertarias con la finalidad de destruir el orden burgués existente en la sociedad española.
La crisis del 1929, las reformas y contrarreformas, las tensiones interiores y la conspiración de parte del ejército que contaba con el apoyo de las fuerzas políticas más derechistas y conservadoras dio origen a un levantamiento militar que acabó en una guerra civil entre los defensores de la República y los partidarios de la sublevación, con el triunfo de los últimos apoyados por los gobiernos fascistas de Alemania e Italia ante la pasividad y el abandono de los gobiernos demócratas de Francia y Reino Unido y que dio lugar a la más larga dictadura de la historia de España, la del General Franco, que durante 36 años denostó la República.
En los últimos años de la monarquía y debido a los múltiples escándalos protagonizados por el emérito rey Juan Carlos, los partidarios de la República cada día van en aumento porque el régimen republicano representa la forma plena de la democracia, ya que todos los estamentos del estado son elegidos por el pueblo en uso de la soberanía universal que así se cumple realmente, frente a la monarquía que asume la jefatura del estado a través de la herencia, sin que el pueblo participe en su elección.
Por ello en el día de hoy 14 de abril, conmemoración de la II República, es hora que reivindiquemos y nos afiancemos en la búsqueda de la III República Española. Así lo hemos hecho en Fuentes a las 12 de la mañana en el Parque de los Luchadores por la Libertad, que dieron su vida en defensa de los principios democráticos y republicanos.