Ganarse la vida haciendo lo que a uno le gusta es un privilegio reservado en este mundo a unos pocos afortunados. Por lo general, trabajar es sinónimo de esfuerzo y sacrificio. Salvo para los señalados por el dedo de la diosa fortuna. Doblemente afortunados son aquéllos a los que, además de gustarles lo que hacen para ganarse la vida, trabajar les parece casi lo mismo que un juego. Es el caso de Caco (Francisco Jiménez) al que los Reyes Magos le trajeron una pala y desde entonces no ha hecho otra cosa que jugar. Lo que pasa es que ahora se pasa todo el día Fuentes arriba y abajo haciendo zanjas, cargando camiones de arena o escombros, rebajando suelos, nivelando repechos... Francisco Caco es nieto de Cristóbal (Caco de la calera) e hijo de Manuel Jiménez (Caco Chico) y de Dolores Jiménez. Tres generaciones jugando a acarrear materiales para las obras de Fuentes.
Pregunta.- Menudo juguete te trajeron los Reyes Magos.
Respuesta.- De niño, cuando me llevaban a la feria querían montarme en los cacharritos, pero yo lo que quería era jugar con una pala excavadora de hierro. Mi padre tenía una pala cargadora articulada Ford A-62. Antes había tenido una Romero, que era un tractor Ebro equipado con una pala. Y antes de eso, un carro tirado por un mulo. Cuando en 1978 llegó a casa la Ford A-62 yo tenía seis años y al salir de la escuela andaba por ahí ayudando a mi padre a cargar, nivelar y transportar materiales para las obras. Eran los años en los que a la gente le dio por arrancar los olivos y mi padre trabajaba de día en las obras y por la noche arrancaba olivos. Más de una vez se quedó dormido al volante de la pala en mitad del campo.
P.- ¿Le costó mucho pasar del carro a la pala?
R.- Trabajó más que un mulo hasta que pudo comprar la Romero por algo más de un millón de pesetas, bastante dinero en aquellos años. La posterior compra de la Ford A-62 en 1978 tiene detrás una historia curiosa, también propia de la época. Le ayudó a comprarla Paco Carmona adelantándole los 8,5 millones de pesetas que costaba, con la condición de que le fuera devolviendo el préstamo conforme iba trabajando. Mi padre trabajaba mucho, pero fueron pasando los meses y no le daba nada a Paco Carmona, que no le decía nada a mi padre, pero debió de creer que había perdido el dinero prestado. A los once meses, mi padre se presentó en el taller de Paco con los 8,5 millones en la mano. "Aquí tienes lo que te debía", le dijo para sorpresa de Paco. En once meses ganó para vivir y pagar la pala.
P.- ¿De dónde viene el mote de Caco?
R.- Viene de mi bisabuelo, que hizo la mili en Melilla, donde a los zurdos les llamaban caco. Mi abuelo lo era y volvió de la mili con el mote puesto. Desde entonces, todos los de la familia somos Caco. Mi abuelo era Caco, mi padre Caco Chico y a mi unos me llaman Caco y otros Caco Chico. Pocos en Fuentes saben que me llamo Francisco Jiménez Jiménez. Mi padre empezó con mi abuelo y yo empecé con mi padre con apenas seis años. Con quince años, al salir de la escuela me dedicaba a cargar estiércol de las vacas para unos malagueños que plantaban aguacates cerca de la costa.
P.- Apenas tuviste infancia, pero a cambia sigues jugando todavía.
R.- Exacto. Para mí, este trabajo es como un juego que dura ya 45 años. De hecho, una vez me dijo un fontaniego emigrado a Cataluña que una máquina es un juguete. Para mí, cargar, rebajar, cimentar, arrancar y trasladar árboles es un privilegio. Me gusta tanto mi trabajo, que no tengo sensación de que sea un trabajo. Y encima me gano la vida bastante bien. Tengo dos excavadoras y dos camiones.
P.- ¿Cómo se ve Fuentes desde lo alto de la retro excavadora?
R.- Fuentes se ve muy bien. Ha crecido mucho y evolucionado a mejor. Hoy en Fuentes hay muy buenas casas, ha habido siempre trabajo, especialmente ahora con los olivos, lo que se nota en la enorme cantidad de obras que hace la gente en sus casas. Se nota que hay dinero. Yo al menos no veo la crisis por ninguna parte.
P.- También hurgas con la pala en el subsuelo. ¿Qué esconde Fuentes bajo las alfombras?
R.- Yo no me he encontrado nunca nada extraño. Cañerías, piedras, tierra y poco más. Bueno, cuando se restauró la iglesia dimos con huesos humanos, pero avisamos, vinieron los arqueólogos, los estudiaron no nada más. Nunca he tenido la suerte de encontrarme un tesoro de esos que algunos dicen que hay escondidos por todas partes. Debajo de tierra, ni una moneda antigua, ni una ánfora. Nada.
P.- ¿Ni siquiera la economía sumergida?
R.- Tampoco, ni siquiera la economía sumergida.
P.- Qué le has pedido este año a los Reyes Magos?
R.- Salud, sobre todo. Salud y trabajo, aunque de momento ni uno ni otro me falta. Tengo más trabajo del que puedo hacer porque soy muy conocido en el pueblo. Por eso y porque cumplo con los compromisos, soy puntual y cuando me comprometo no dejo a nadie esperando. En Fuentes somos dos maquinistas, Antonio Cachiporro y yo, y creo que hay trabajo para los dos. Yo prefiero seguir como voy y no me meto en más tareas.
P.- ¿Tendrá Fuentes una cuarta generación de maquinistas?
R.- Mi hijo Francisco Manuel todavía tiene once años y es pronto para saber lo que hará, pero yo estaría encantado de que siguiera mi senda, como yo seguí la de mi padre. Le ayudaré en todo lo que esté en mis manos, como mi padre hizo conmigo. Mi padre lo tuvo peor porque empezó de cero y el trabajo de entonces era bastante más duro que ahora. Él llegó a cargar arena a mano. Yo me lo encontré todo bastante hecho, con maquinaria y con clientela que he cuidado como oro en paño. Ahora trabajo con aire acondicionado y en vehículos más cómodos que los de antes. Trabajo mucho, pero a cambio tengo todo lo que puedo necesitar porque, además de trabajar duro, miro por lo mío.