El mismo año en que nació España 1492, sus católicas majestades firmaron la expulsión de los judíos de sus reinos. El plazo para abandonar sus haciendas y vidas era de cuatro meses. Con la firma del decreto de la Alhambra se ponía fin a 1500 años de “convivencia”. Esta ley sólo se podía sortear convirtiéndose al cristianismo. Más tarde, incumpliendo lo pactado en Santa Fe, se le fue aplicando la misma receta a los musulmanes. Isabel y Fernando querían que la nueva nación fuese católica apostólica y romana. Se trataba de hacer una limpieza étnica, cultural y religiosa. Los que prefirieron cambiar de religión con tal de no abandonar su pueblo, los conversos, siempre fueron vistos con desconfianza. Tuvieron que hacer grandes esfuerzos para integrarse en la nueva sociedad exclusivamente cristiana.
Comer cerdo, animal impuro para judíos y musulmanes, se convirtió en una seña de identidad para los cristianos. Los conversos no sólo tenían que comer gorrino, además habría de ser público y notorio, ser porquero se convirtió en un oficio prestigioso. Los conversos habían de ser, o al menos parecer, más creyentes que los cristianos viejos. En todas las épocas, las religiones e ideologías, los afectos y las pasiones, la fe del converso va más allá de lo habitual, son los más radicales, los más exagerados, los histéricos defensores de la ortodoxia. Saulo de Tarso, deslumbrado por una potente luz, se cayó del caballo y empezó a oír voces. Este hecho hizo que pasara de perseguir cristianos a expandir la religión por todo el orbe romano. Hoy San Pablo el converso está considerado como uno de los arquitectos de la religión cristiana.
La gente cambia, es un hecho, yo mismo con el correr de los años, discutiría acaloradamente con mi yo de hace treinta años si pudiese. La evolución y la contradicción son humanas, la incoherencia también. Llevo oyendo toda mi vida la estupidez de que con 20 años hay que ser anarquista, comunista leninista y hasta estalinista, que un joven ha de ser de izquierda radical, pero con los años, al tener más experiencia vital, irá viendo las cosas de otra manera, relativizará todo y evolucionará hacia el centro hasta acabar siendo de derechas.
Si se es más sabio por ser más maduro, la derecha es la ideología de las personas inteligentes y maduras, capaces de proponer soluciones inteligentes a problemas reales. Me pregunto dónde estarán los fachas de mi generación que conocí en los años ochenta, si no hay algo más allá del fascismo. José María Aznar, cuando estaba en la oposición, insistía en que su partido estaba evolucionando, que llevaban mucho tiempo viajando hacia el centro político. A lo que Alfonso Guerra respondió con una pregunta inquietante, “¿pero de dónde venían?”. El Partido Popular pasó de los tirantes con la bandera de España (de la que se adueñó el franquismo para convertirla en ariete de la una, grande y libre) de Fraga, a hablar catalán en la intimidad ¡Menudo viaje! Feijoo no parece tener claro hacia dónde viaja la derecha ahora.
Esta teoría de la evolución inteligente hacia la verdad incontestable es defendida por individuos/as que siempre fueron de derechas, pero lo disimulaban porque en su entorno juvenil no estaba bien visto. También por los que, siéndolo, no sabían que eran de derechas. Así mismo, existen los que efectivamente fueron de izquierdas y mucho de izquierdas, pero un buen día se cayeron del caballo y vieron la luz. Su epifanía hizo que donde dijeron digo con vehemencia, digan ahora Diego apasionadamente, sin que se les descuelgue la cara. Las personas cambiamos a lo largo de nuestra vida, unas para bien, otras…
Para mucha gente, la ideología, más allá del gregarismo que les lleva siempre a ir donde va Vicente, se aviene al interés por el que te quiere Andrés. Estos son mis principios, si no le gustan… tengo otros, decía con sorna Groucho Marx. Prostituirse no es sólo vender el cuerpo, también se le puede vender el alma a Belcebú por un precio. Cuántos hicieron cola en el año 82 para sacarse el carné del PSOE, cuántos volvieron a hacer cola en el 96 para hacerse del PP. Claro que no siempre es por un pingüe beneficio, hay quienes de repente se vuelven daltónicos y sienten los colores de la verdad, sin confundir el corazón con la cartera. La gente tiene derecho a evolucionar o involucionar como le dé la gana. Pero me aburre la intolerancia rancia, la beligerancia impostada, el ansia de revancha, el odio a lo vivido, la risilla vengativa de los renegados dispuestos a dinamitar a cualquier precio lo que fue su espacio mental.
Hoy nos dice la campana que habrá un nuevo Papa mañana. Habrá que ver cuántos clérigos reniegan de Francisco y si el nuevo pontifex apoya a los camellos atraviesa-agujas o a la famélica legión. Si ven la luz y se convierten al cristianismo o siguen la doctrina del “zampabollismo”.