Antes, como ahora, la clase trabajadora (jornaleros, braceros, artesanos o empleados) es la que más sufre las consecuencias de las debacles de la economía. Antes, como ahora, las crisis de la economía se ciñen sobre la misma clase social. Antes, como ahora, las epidemias, la falta de recursos, la escasez de medios son endémicos en la mismas clases sociales. Antes, como ahora, la población fontaniega sufre los reveses en su desarrollo. Analizamos su situación en el siglo XIX.
La población fontaniega en ese siglo va a experimentar un importante desarrollo al pasar de los casi 1.000 vecinos y unos 4.700 habitantes de finales del XVIII, a tener hacia mediados del XIX unos 1.411 vecinos y 5.915 almas, según los datos que nos proporciona el Diccionario Geográfico –Estadístico- Histórico de Pascual Madoz, editado en Madrid entre 1845-1850.
La evolución de la población a lo largo del siglo va a ser positiva a pesar de las circunstancias negativas, tales como la invasión francesa, las epidemias y las malas cosechas que originan por sí solas la disminución de la población. Se sabe que en el verano de 1831, debido a la mala alimentación por la escasez de alimentos y la falta de higiene, fallecieron más de 700 personas entre adultos y párvulos, a lo que hay que añadir una importante emigración hacia otras poblaciones circundantes e incluso hacia la capital.
La población fontaniega, según el resumen del padrón realizado en 1899, es de 6.726 habitantes distribuidos en 3.316 y 3.410 mujeres, manteniéndose las cifras muy similares a lo largo de la centuria, en la que destaca el padrón de 1888, con un total de 7.137 habitantes. La población presentaba una distribución sectorial bastante desequilibrada, similar a la de otras villas y ciudades andaluzas próximas, con un fuerte predominio del sector primario, que ocupaba al 76% de la población activa, frente al 11% de secundario y al 13% de terciario.
La estructura social presentaba también fuertes desigualdades. La coronaba una poderosa oligarquía, el 6% del sector primario, formada por grandes labradores, dueños de cortijos y haciendas y grandes arrendatarios, que ocupaban los primeros puestos en las listas vecinales de contribuyentes. Poseían la mayor parte de la tierra, el ganado y las pocas instalaciones industriales, dedicadas al sector alimentario. Controlaba, de este modo, la gestión de la actividad económica local.
La población activa, obtenida de la lista electoral del 1889, estaba distribuida de la siguiente forma:
Sector primario 537: Propietarios, 31. Pegujaleros, 142. Jornaleros, 356. Cabreros, 4 y hortelanos, 4.
Sector secundario, 79: industriales, 31. Horneros, 2. Tahoneros, 5. Panaderos, 6. Zapateros, 7. Confiteros, 2. Sombrerero, 1. Tablajeros (carniceros), 2. Herreros, 2.
Yesero, 1. Alfarero, 1. Carpinteros, 10. Caleros, 2. Cortador, 1. Albañiles, 3. Piconeros, 2 y Talabartero, 1.
Sector terciario, 95: Presbíteros, 7. Médicos, 4. Veterinarios, 2. Farmacéuticos, 2. Sangrador, 1. Comerciantes, 5. Trajineros y arrieros, 34. Mesoneros, 4. Guardas del
campo, 4. Administrador de rentas, 1. Juez, 1. Maestros, 3. Corredores, 2. Sacristanes, 2. Estanquero, 1. Aguadores, 6. Empleados municipales, 12. Secretario del
ayuntamiento, 1. Telegrafista, 1. Notario, 1. Teniente Coronel retirado, 1.
Los grupos medios de la villa carecían de relevancia económica y social. Los medianos propietarios, labradores y arrendatarios eran escasos, los pegujaleros con
ciertas posibilidades económicas eran 142, que representaban el 27% de dicho sector, mientras que los jornaleros, 356, representaban el más alto porcentaje, 67%, no sólo del sector primario sino de toda la población activa.
Los artesanos, transportistas y comerciantes a duras penas lograban mantenerse, limitados por la debilidad del mercado. Trabajaban básicamente para el surtido del pueblo en modestos talleres y tiendas de escasa entidad, que irían reduciéndose conforme iban perdiendo fortaleza. La intensa desigualdad social respondía, en parte, a una fuerte concentración de la propiedad y a la explotación de la tierra, el principal factor productivo. La mitad de la tierra del término se concentraba en las manos del 5% de los propietarios mientras el 78% de los propietarios tenía apenas el 6% de la superficie.
En el campo fontaniego convivían los grandes latifundios con un complejo mosaico de pequeñas parcelas, siendo muy escasas las propiedades de tipo medio. El 60% de la tierra estaba en manos de grandes propietarios absentistas. La mayor parte de las tierras pertenecían a cortijos, mayorazgos, capellanías, manos muertas, instituciones eclesiásticas, nobles, grandes hacendados forasteros y baldíos, siendo pocos los que labraban sus propias tierras.
En el sector terciario hay que destacar el elevado número de trajineros o arrieros, 34, el 36% del sector terciario, encargados de transportar todas las mercancías que
abastecían a los habitantes, principalmente traídas desde la capital. Los empleados municipales, que eran 17, representaban el 18% del sector y los eclesiásticos, 9, el 9%.
Los jornaleros o braceros, que obtenían su salario del trabajo en el campo, no trabajaban, en su mayoría, durante todo el año y dependían de las cosechas y asimismo de las inclemencias del tiempo. Ya en las últimas décadas de la centuria van tomando conciencia de clase y algunas ocasiones actuarán todos juntos, como son los casos de demandar empleo al ayuntamiento, en los años de malas cosechas.
La pobreza de esta clase nos la describe muy bien el acuerdo de Cabildo tomado el 1 de marzo de 1890 para designar médicos de familia a los pobres. En él se analizan
familia por familia y tras un concienzudo examen de ellas se declaran pobres de solemnidad a 600 familias, asignándole a cada uno de los médicos, 300. Asimismo, en numerosos años, debido a las inclemencias del tiempo y otras circunstancias adversas, la clase trabajadora, es decir los jornaleros o braceros, se veían abocados a permanecer en casa durante varios meses, sobre todo en otoño e invierno. Esto suponía quedarse sin el jornal diario, único medio de sustentar a su familia. Por ello era frecuente que masivamente acudieran al ayuntamiento a demandar jornales para llevar el alimento básico a sus familias. El ayuntamiento, carente de dinero en sus arcas
municipales al no incluir partida alguna en sus presupuestos para hacer frente a esta posible necesidad, se veía en el dilema de buscar por otros medios los fondos necesarios para hacer frente a esta urgente situación.
Son muchos los años que esto ocurrió. Por ejemplo en el año 1882 el ayuntamiento solicitará ayuda al gobernador civil para evitar los conflictos que pudieran surgir de la situación de gravedad extrema de 400 braceros que demandaban ayuda para poder dar de comer a sus familias.
Esta situación era repetitiva y así se refleja detalladamente en los años: 1894, en los que debido a la mala situación de los jornaleros se solicitara autorización a las
autoridades provinciales para poder disponer de un préstamo de los fondos del pósito o en el 1897, en el que atendiendo a que el ayuntamiento, al carecer de fondos y
presupuesto para atender a la situación extrema de los braceros, solicitó del Gobierno autorización para transferir la inscripción de Propios que poseía el municipio, nº 3.210, con un capital de 102.022 pesetas con 13 céntimos para destinarla a obras de caminos vecinales, alcantarillas y otros, todos de suma necesidad y en la que se invirtiese a la expresada clase jornalera.