Igual que los sans-culotte tomaron la Bastilla en 1793 dando paso a la revolución francesa, la clase obrera de Fuentes toma todos los años la Carrera para pasar por la guillotina a los monarcas locales de turno. Históricamente, la Carrera simbolizaba el poder, como las Tullerías en el París del XVIII, y su conquista anual por las máscaras de Fuentes venía a redimir por unas horas a la clase obrera de los barrios. Salvando las diferencias, el resultado final viene a ser el mismo, pero aquí se hace cada año sin derramar una sola gota de sangre. Contra el poder establecido, la llamada clase “baja” de Fuentes elige el derramamiento de risa.
No hay más que ver el atuendo astroso que gasta el carnaval fontaniego y los discursos disidentes de las murgas para hallar similitudes entre los desarrapados que en Francia guillotinaron a Luis XVI y en Fuentes desafiaron a aquel personaje de opereta trágica que se hacía llamar generalísimo y a sus acólitos fontaniegos. La igualdad andaba aún muy lejos -todavía anda, aunque menos- cuando los municipales corrían por la Carrera persiguiendo a las máscaras ilegales. ¡Habrase visto desatino mayor en Fuentes que llamar ilegales a las máscaras de carnaval! Eran los que daban órdenes y dictaban sentencias a punta de pistola.
Los ricos vivían entonces en la Carrera y en las calles Mayor y las Flores y los pobres en el barrio la Rana o en la calle del Bolo. Por estas fechas de cada año, empezaban a desembocar en la Carrera los estrafalarios embozos del extrarradio a la hora en la que, circunspectos y arrogantes, los señores volvían de la misa de doce. Ostentaban los libertinos tetas y culos enormes, sombreros de paja desteñidos por el sol, garrotas sacadas de olivos retorcidos, caras pintarrajeadas de manera grotesca, calzados deformes y una lengua mordaz y descarada que repartía burlas a diestra y siniestra. Hacían uso exclusivo del poder sanador de la risa y de la crítica. Donde sus camaradas franceses empleaban la cirugía radical de la cuchilla, los de Fuentes cauterizaban sus propias heridas mediante la sátira.
Con los años, ya en la década de los ochenta, los sans-culotte fontaniegos regresaban de hacer la campaña de la aceituna en Jaén. Era febrero y atrás iban quedando el frío de los tajos de Martos, Carboneros o Santiago de Calatrava, el manejo de los fardos en el barro helado, el acarreo de los bancos y las espuertas, el cuchareo de la cena bajo las estrellas y al amor de la candela. Aceituneros altivos, traían de vuelta alguna cosa más que el frío metido en los huesos. En la cartera algunos ahorros y en la cabeza, bullendo algunas ideas para vestirse de máscara. Otros daban vueltas a la murga hilvanando cuatro estrofas que resumieran el año entre el chiste y el chisme, entre pique y la sal, entre la cal y la arena.
El carnaval de Fuentes ha sido calificado de antifranquista, popular, ingenioso, irreverente, peculiar y resistente, además de fiesta de interés turístico. No se ha resaltado que es la fiesta más democrática del almanaque. Al contrario que en la feria, todo el mundo tiene caballo y caseta. O, dicho de otro modo, el que no tiene caballo es porque no quiere. Aunque sea de cartón. En la Semana Santa no todo el mundo puede ser costalero, capataz de palio o hermano mayor de la Veracruz. Necesita dinero, posición, influencia, fuerza… En el carnaval, cualquiera puede ser cruz de guía, Verónica y hasta Cristo crucificado. Por cuatro perras gordas, el niño se convierte en supermán, el padre en banquero y la madre en Cleopatra.
He ahí el secreto del éxito del carnaval. El sueño hecho realidad. El carnaval es la mayor fábrica de sueños hechos realidad por unas horas. Realidad de cartón piedra, cierto, pero de qué está hecha una parte importante de la realidad actual si no de cartón piedra. El ser humano es el único animal capaz de crear y creer en cosas que existen sólo porque así ha sido convenido a lo largo de los siglos: el dinero, los bancos, las hipotecas y sus vencimientos, los cheques al portador y los salarios, las fronteras, las alambradas y los inmigrantes, los jueces, las cárceles y las sentencias, los santos, las vírgenes y sus oraciones, los reyes, las princesas, los marqueses, los condes, los duques y sus lacayos.
Todo igual que en el carnaval, con la única diferencia de que un día aparecieron publicados en el Boletín Oficial del Estado. También salió publicada en el Boletín Oficial del Estado francés la orden que instauraba la guillotina para dejar sin cabeza a Luis XVI de Francia. Lo mismo que el BOE elevó a decreto el absurdo de declarar ilegales las máscaras de Fuentes. Absurdo -además de injusto- era el jornal de 2.600 pesetas que se cobraba en la campaña de la aceituna en 1984. La única forma de hacer que aquello cundiera era juntar muchas manos de la familia. Las risas y las ganas de pasarlo bien eran lo que de verdad le cundía al jornalero. Mucho más que las propiedades a los señores. Con la ventaja añadida para el pobre de que, al no tener nada que dejar a sus herederos eludía la disputa familiar por la herencia.
La única disputa del pobre en febrero era consigo mismo para decidir si gastaba los dinerillos de los sesenta días en la aceituna y los cuartos que pensaba ganar en la fresa de Huelva para echar la casa por la ventana en el carnaval o sacarse el carné de conducir. Muchos optaban por el carné con la ilusión de ver realizado el sueño de comprarse un coche de segunda -o tercera- mano para ir a los tajos de Lora, Brenes o Los Palacios. La autoescuela de Mariano tenía en el regadío de esos pueblos y en las fresas de Huelva la mejor publicidad. Rubio Monumento decía que el carné de conducir estaba programado para que saliera por nueve mil duros. La murga de moda en la Carrera era la de Juan León, formada por Virginio, Siria, Fernando Segundo, Jinta, y Serrano. La murga los Mamurcia andaban por la Carrera con aquella copla que le sacaron a los mayetes.
Es necesario escribir aquí, antes de acabar, que en el carnaval de Fuentes, como en la vida, la gente también cree en cosas que no ve ni verá nunca. Por ejemplo, en la piñata del domingo piñata. ¿Quién le puso de piñata a un domingo sin piñata? Sería el mismo que le puso nombre a Santillana del Mar, que ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Lo único cierto es que el domingo piñata cae en domingo, lo mismo que Santillana del Mar cae por Cantabria. En Fuentes debió de haber alguna vez una piñata ese domingo, pero aquello se perdió en la noche de los tiempos. Con los años tal vez acabe llamándose domingo de entornao. En el carnaval todo es cuestión tiempo y de fe y así se hace posible cada año por estas fechas el sueño de la toma de la Carrera por parte de los desarrapados y el derrocamiento de los poderosos mediante la risa.