Acaba la guerra civil, los hombres que habían luchado defendiendo la República van regresando a Fuentes, después de su paso por las cárceles o los campos de concentración. Han perdido la guerra, pero se aprestan a seguir luchando para conseguir el ideal de su vida: la libertad. Lo llevan grabado en el interior de su espíritu desde mucho tiempo atrás porque son hombres que han crecido con la democracia que representó la II República. Se puede decir, por tanto, que la lucha en Fuentes de Andalucía casi no se interrumpió una vez terminada la guerra. Entre los años 40 y 50 se desarrolló de diferentes formas. En esos años de posguerra la represión fue bárbara, hubo encarcelamientos a varios de los que regresaron del frente republicano y, los que quedaron en el pueblo, fueron estrechamente vigilados y represaliados.
Al volver se encontraron sus organizaciones sindicales y políticas desarticuladas. Era necesario volver a organizarlas, aunque fuera en la clandestinidad. Necesitaban alguien capaz de hacerlo, aún poco a poco. Alguien que fuera líder del movimiento obrero fontaniego. Este hombre fue Manuel González, Manolo el de la "Robustiana", que según lo definió un camarada suyo era íntegro, valiente y de convicciones profundas. Nada más llegar del campo de concentración, donde estuvo recluido algún tiempo, se puso a organizar el Partido Comunista junto a otros camaradas suyos: Manolo Valladares, Ricardito, los hermanos Bomba, Navarrito, Sebastián el "Pilduro”... Fue la forma en que iban tejiendo de nuevo la trama de oposición al régimen. Unos camaradas se juntaban a otros que conocían y formaban pequeños corpúsculos aislados y sin conexión, muy frágiles y fáciles de ser desarticulados ya que estaban fichados.
En el país resultaba un tanto difícil el hablar de oposición al régimen de Franco y no porque no existiera, sino porque los dirigentes republicanos o estaban en la cárcel o en el exilio. Situación que imposibilitaba a la diputación permanente de las Cortes. en el exilio, presidida por Negrín, recomponer la unidad de acción en contra del régimen franquista. Dicha situación se agravó con el estallido de la segunda guerra mundial, ya que muchos de estos dirigentes tuvieron que abandonar Francia para instalarse en Inglaterra, URRS, Méjico...
Sin embargo, la oposición no había perdido su base social, que vivía aterrorizada, sin contactos e informaciones de ningún tipo y más desmoralizada, si cabe, desde la ocupación de Francia por Hitler, situación que vino a romper las pocas esperanzas que aún les quedaban de recomponer la República. Fueron los comunistas y los sindicalistas de la CNT los primeros que intentaron organizarse, aunque con gran dificultad e incluso desafiando a la gran represión que desde las fuerzas franquistas se ejercía sobre el pueblo. Al partido que más le costó organizarse fue el PSOE ya que sus dirigentes o bien habían sido ajusticiados o estaban en el exilio, desde donde dirigían el partido, pero alejados de la realidad social del país.
En el caso de Fuentes, un pequeño grupo de hombres y mujeres mantenían la llama de la esperanza en una clandestinidad absoluta y acabarían siendo para toda España un ejemplo de vanguardismo en la reorganización del PC local, iniciando su lucha con la difusión de sus ideas de boca en boca. Uno de los graves problemas que, en los años 40 afectó al pueblo español y sobre todo a la clase menos pudiente fue la falta de alimentos ya que los productos agrícolas, después de la guerra, alcanzaron precios hasta un 20% superiores a los industriales, comparados con la época de la preguerra. En esta década, la agricultura siguió ostentando un papel importante en la economía española.
El objetivo de la política agrícola del gobierno fue la intervención en la economía por medio del racionamiento y el control de precios. Para ello se creó el Servicio Nacional del Trigo y la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, con el fin de asegurar la producción y la distribución de ciertos alimentos básicos, principalmente el trigo y el aceite de oliva. Sin embargo, esta injerencia política llevó a consecuencias desastrosas para la economía, pues los rendimientos se derrumbaron, pasando de un 128 en el período 1931-35 a un 73 en el período 1941-45 (Año base 1910 = 100).
Esto hizo necesaria la importación de trigo desde Argentina. A pesar de ello, la mayoría de la población pasó hambre en los años 40 y, aunque el régimen quiso achacar esta situación a las condiciones climáticas adversas, la verdad es que fue debida a la desastrosa política agraria, pues al fijar el Estado el precio del trigo, los campesinos abandonaban este cultivo por otro o escondían sus cosechas para venderlas posteriormente en el mercado negro. El pequeño campesino agradecía este proceso ya que los precios les dejaban vivir, pero no tenía conciencia de las fabulosas ganancias que los grandes terratenientes obtenían con la venta de los productos agrícolas en el mercado negro.
Si a la subida de los precios alimenticios añadimos la bajada de los salarios (salarios de hambre, según un campesino de la época) que se situaron en muchas ocasiones en la cuarta parte de los percibidos antes de la guerra, nos encontraremos con la sensación de explotación salvaje que muchos campesinos de nuestras tierras sintieron aquellos años y comprenderemos mejor sus luchas reivindicativas. "El año 1941 fue terrible para el pueblo español, especialmente para los trabajadores y la clase media, que no disponían de recursos para adquirir en el mercado negro los alimentos que precisaban para no morir de hambre. Fue precisamente en 1941 cuando se consolidó la categoría de españoles privilegiados, que vivían encantados con el gobierno y la política del general Franco. Junto a eso, figuraba el obrero que por el producto de una jornada de diez horas no podía comprar el pan para alimentar a sus hijos, según opinión de Ramón Garriga en su obra “La España de Franco, 1939-1942”.
"La angustiosa situación provocada por la necesidad de pasar por el mercado negro estableció un régimen de trabajos forzados en el que la familia entera tenía que cooperar: el padre apurando una jornada hasta llegar al agotamiento; la mujer buscando algún jornal como asistenta; los hijos empezando a trabajar a edades inferiores a las marcadas por la ley...". Lo cuenta Rafael Abella en la obra “Por el Imperio hacia Dios. Crónica de una posguerra”.
Desde 1942 se puede hablar ya de oposición al régimen, a pesar de los diferentes criterios con que los grupos se situaban frente a él o incluso la conciencia previa que cada grupo poseía frente a los problemas de la población española: hambre, cárceles, persecuciones, prensa, exilio, etc. Así, podemos decir que la oposición que empezó a gestarse se dividió en una de interior y otra en el exilio, según sus hombres estuvieran dentro de las fronteras o en extranjero. También estaban los monárquicos, casta compuesta por personajes de la alta burguesía que irían mostrando su disconformidad con el totalitarismo franquista a medida que la guerra mundial se decantaba en favor de los países aliados. En la oposición democrática intervinieron grupos, partidos y sectores de la clase obrera que deseaban restaurar la República. Hasta los años 50 se puede mantener una nueva división de oposición interna: pacífica y de guerrilla.
Así pues, la oposición que los hombres y las mujeres de Fuentes presentaron en este primer periodo la podemos encuadrar como una oposición interior, pacífica y democrática, que basaba toda su acción en realizar diferentes formas de protesta. Llevaban a cabo actividades perseguidas, tales como la recogida de dinero para ayudar a los presos y represaliados políticos, escuchar noticias a través de Radio España Independiente “la Pirenaica” y comentarlos en la plaza entre los obreros, cuando esperaban para ser llamados al tajo. Un solo ejemplar del Mundo Obrero, traído por Manolo “Robustiano” a duras penas de Dos Hermanas, era suficiente para enterarse de las ideas que en él se exponían ya que su difusión se realizaba oralmente. Dos hombres que hablaban en la esquina, aquellos otros que se juntaban en un bar o los otros que trabajan codo a codo en el tajo, iban transmitiéndose, sin que el poder se diera cuenta, las noticias y consignas que desde la dirección del PCE, también clandestina, se establecían.