Las pintadas en las paredes forman parte de nuestro paisaje urbano. Unas veces son fruto de una gamberrada, otras pueden estar motivadas por el deseo de mostrar la creación artística de una persona y en muchos casos están originadas por la necesidad personal o colectiva de lanzar mensajes políticos. Las hay que nacen de la necesidad que algunas personas o colectivos tienen de expresar sus sentimientos o ideas. Por ello, las pintadas, los grafitis y las pegadas de carteles son muy frecuentes en las paredes de las ciudades y pueblos de nuestra geografía.
Pero en otro tiempo, remontándonos a la época dictatorial del autodenominado caudillo, no eran muy frecuentes y se hacían por grupos denominados por las autoridades como “subversivos” para denunciar algún hecho, acontecimiento o situación social. Las frases utilizadas estaban muy estudiadas para que con pocas palabras se expresara un contenido amplio y el mensaje fuera entendido por todos debido a que se tenían que grabar en sitios estratégicos y con prisas para no ser descubiertos.
En Fuentes había números puntos de abastecerse de agua, bien para el consumo de agua potable, bien para dar de beber al ganado. Entre estos puntos, además de los pozos Ancho, de la Reja o Santo, existían dos pilares en sus alrededores, el pilar de la cerca al final de la calle Mayor, conocido popularmente como Pilarillo y el pilar de las Barandillas, cerca del matadero.
En el Pilarillo abrevaban los ganados de Fuentes: vacas, cabras, mulas, burros… etc., pero el fango y el cieno llegaba en ocasiones a la panza de los animales, siendo este un foco de infección y de malos olores, sobre todo en los meses del estío. Por eso, un grupo de jóvenes de ideas progresistas y de izquierdas contrarias al régimen, muy afines al P.C.E. querían denunciar la situación de insalubridad de dicho pilar y en el invierno de 1966 pensaron en realizar una pintada de protesta que posiblemente sería declarada como subversiva por las autoridades locales.
La noche escogida para realizar la pintada fue oscura y fría. Una de esas noches desabridas que, con alguna frecuencia, se dejan caer en los inviernos de Fuentes. En los talleres, junto a la cooperativa, que por aquellos días estaba dedicada a la molienda de la aceituna, Salvador Galán Sarria y Pepe Gutiérrez “el del Tío los Hierros” preparan el material con el que iban a realizar pintadas en diferentes puntos reivindicando la limpieza del Pilarillo. En una lata echaron polvos negros y aceite quemado de los motores, lo removieron bien y una vez conseguida una mezcla perfecta, la pintura estaría preparada y lista para hacer la pintada, que una vez seca sería muy difícil quitar.
Salvador era el que realizaba la pintada, pues se le daba muy bien la brocha, mientras Pepe Gutiérrez vigilaba para evitar ser sorprendidos. Cuando llevaban puestas unas cuantas letras en las paredes del transformador que hay junto a la cooperativa apareció de pronto un camión. Ante tal eventualidad, los dos compañeros se escondieron debajo de unos remolques. Desde su escondite oyeron cómo uno de los que iban en el camión le decía al otro: "Hay gente escondida debajo de ese remolque”, a lo que el otro contestó: ¡Sí, están pintando en la pared!”. Pero el camión siguió su camino y ellos, con la lata en una mano y la brocha en la otra, emprendieron una frenética carrera por la carretera abajo hasta el Pilarillo, en donde, en las paredes que le rodean escribieron "LIMPIEZA, POR FAVOR". Tras ello volvieron más calmados al transformador para terminar la pintada anterior. Terminada la pintada regresaron al Pilarillo para enterrar la lata en el fango.
Mientras tanto, siguiendo a Sebastián Martín “el Catalino”, otro grupo realizó la misma pintada en la pared del matadero. Allí se encontraba el pilarillo de las Barandillas con idénticas características de insalubridad. También realizaron otra pintada para denunciar el abandono en que se encontraba la Alameda. Al día siguiente, los entonces estudiantes Juan Morillo y Benito Díaz se hicieron fotografías con el fondo de las pintadas de la Alameda, por lo que fueron llamados al cuartel de la Guardia Civil.
Años después se supo que el camión era el del “Cosario” de Fuentes, que lo conducía José Beltrán, junto a “Macareno” y que iban a encerrarlo en la cochera que tenía Francisco Carmona cerca de los talleres. También se supo que estos hombres fueron llamados al cuartel de la Guardia Civil para ser interrogados por el Cabo Matito a fin de que les dijera el nombre de los que se habían escondido debajo del remolque y habían realizado las pintadas. Ellos nunca dijeron quienes eran porque no pudieron ver y reconocer a los que lo habían hecho.