Camino de la feria, este miércoles de alumbrao, tropiezo en la Carrera con un individuo malencarado que me reprocha las ganas de diversión de este pueblo. ¿A dónde corre la gente tan vestida de domingo y con tanta alegría si el mundo está a un tris de irse a pique? ¿Acaso hay algo que festejar? No ha habido cosecha por culpa de la sequía, el precio de los alimentos está por las nubes y la crisis de la construcción asoma por la Cruz Juan Caro. ¿A qué viene tanta fiesta? La cosa está mu mala. Hombre, a mal tiempo buena cara. Ahí están los segurios agrarios y las subvenciones. Además, habrá que festejar que estamos vivos. Por lo menos seguimos aquí ¿no?, le respondo. No, estar vivos no es motivo de fiesta porque lo estamos de puro milagro, mientras el planeta agoniza delante de nuestras narices sin que movamos un dedo para evitar que muera.
La población que habita la Tierra se divide en dos mitades irreconciliables, los dispuestos a festejarlo todo y los aguafiestas. Los alegres y los tristes. Lo que pasa es que a la hora de la verdad, unos y otros acaban siempre en la feria. Una vez en la caseta, unos y otros se confunden y cuesta trabajo distinguirlos porque siguen por igual la liturgia que dicta divertirse o, al menos, aparentar diversión. Las coordenadas para dar con la feria de Fuentes son 37 grados, 28 minutos latitud norte y 5 grados, 20 minutos longitud oeste. No hay pérdida posible. Carrera adelante y a la derecha. Al final del Postigo. Siga a la gente que sabe. O como reza en las furgonetas de una marca de refrescos, si buscas un bar, sígueme.
Las coordenadas de la feria están de más para cualquier fontaniego de nación y hasta de adopción. Entre los que aparecen en la fotografía de arriba hay uno que es de nación y otros cuatro de adopción. De nación, el abuelo José Muñoz, venido al mundo en la calle las Ratas y casi cincuenta años emigrado en Holanda, cerca de Amsterdam. Los de adopción son su hija Miranda, el marido de ésta, el turco Ferrán, y sus nietos Berkay y Kyra. José Muñoz dejó la calle las Ratas en 1974 y cuando ha vuelto se ha hallado en la calle Santa Ángela de la Cruz. El milagro económico de Fuentes.
Entre los cinco se entienden en holandés, aunque hay en el español palabras universales como son la siesta, la tranquilidad, la alegría y la diversión. La palabra holandesa que repiten es "maratón" que, según cuentan, define como ninguna la vida ajetreada que llevan por aquellos lares. La vida (buena) está en Fuentes. Por eso José Muñoz no lo dudó hace ocho años cuando se jubiló. Buscó casa y vive en la calle Santa Ángela de la Cruz, antigua de las Ratas. De Fuentes le gusta hasta los 45 grados de estos veranos. Con la cartera llena, claro (se echa mano al bolsillo). Nada de doble nacionalidad como su hija. José Muñoz. Estado civil, divorciado. Nacionalidad: fontaniega. El milagro del retorno.
Pasa sin pena ni gloria el acto del alumbrado que da paso a la feria de 2023. Nunca ha tenido predicamento especial el encendido. La gente no come bombillas y a esa hora prefiere andar trajinando platos para la cena del pescaíto. Poco antes del apagado (lánguido) encendido, como queriendo contradecir a los holandeses, la feria se ha llenado de gente que corre como si respondieran a la llamada de una fábrica. Niños, adolescentes, mayores y abuelos. Todos corren de aquí para allá, la milla o de los arbolitos al bar Seis y vuelta atrás. Medallas hay para todos, copas para los tres más veloces de cada categoría. Luis Verdugo, Salvador López y Francisco José León, en veteranos, Luis Miguel Sánchez, Sebastián Villarino y José Ignacio Echevarría en senior masculino. María Ruiz y Blanca Barcia en senior en femenino. (No ha habido más participantes). Fernando Ruiz en juvenil masculino, sin más rivales. Francisco León Nil y Alejandro Lora en infantil y Mario Selfa, Leo y Martín en Alevín.
Feria poblada de metas, una por categoría. Y feria poblada de mesas esperando comensales. Metas volantes de una enorme maratón culinaria. El gran banquete podría ser el título de la noche de la preferia. Como queriendo desmentir al aguafiestas de la Carrera ( aquí todo el mundo quiere llevar razón) la calle que va a la feria aparece convertida en una sucesión de veladores, un comedor en cada esquina a la espera de la hora convenida. La noche promete. La cosa está mu mala. ¿A qué cosa se referiría el aguafiestas de la Carrera? Será que el mundo se acaba y hay que despedirse por todo lo alto.
Un vestido, dos vestidos, tres... diez vestidos para la feria. Dos vestidos por día de feria. Uno para la mañana y otro para la noche. La feria de la opulencia. La hoguera de las vanidades. Un grupo de lolitas intercambia en la Ártica, vía tik tok, fotos de los vestidos comprados para la feria de este año. Una de ellas dice que tiene uno del año pasado que tal vez se ponga porque aún le queda bien. Ya se sabe, a esa edad el cuerpo de las niñas cambia una barbaridad de un año para otro. El milagro de la feria. De la rifa del cochino a la tarjeta de crédito de papá y mamá.
Dicen los aguafiestas que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esos mismos que este miércoles, a la las diez de la noche, caminaban lustrosos rumbo a la cena del pescaíto. Rumbo a lo desconocido: 37 grados, 28 minutos latitud norte y 5 grados, 20 minutos longitud oeste. Dice el malencarado de la Carrera que la cosa está mu mala y que no hay nada que celebrar. Antes sí que era divertida la feria. Lo que en realidad le ocurre al aguafiestas es que cualquier tiempo pasado fue... pasado.