Cuando llegan estas fechas en Fuentes hay que ponerse serios, trascendentes, vestirse de bonito y salir a la calle envarados como los varales de un palio, como un cirio en martes santo. En estas fechas, la nostalgia le pone a uno calcetinitos largos, pantaloncitos cortos recién planchados, lustrosos zapatitos, camisita de cuello almidonado, corbatita que no llega al ombligo y chaquetita azul, herencia del hermano mayor. La nostalgia lo viste a uno de hombre en miniatura para asistir como Dios manda a la Semana Santa, esos días fugaces en los que el aire de Fuentes se entibia y adensa de azahar, de emociones y de solemnidades.
Si la infancia fuese, como dicen algunos, la única y verdadera patria del hombre y de la mujer, el paisaje de Fuentes debería estar compuesto de juegos, amigos, profesores y compañeros de clase, rincones con secretos inconfesables, amores imposibles, batallas inventadas, fracasos y heridas cicatrizadas… Cada cosa a su debido tiempo y en su lugar adecuado. Si todo eso fuese verdad, en este tiempo y en este lugar, el paisaje de la patria se ensancharía ante el misterio de un instante frente a frente con el dolor del Nazareno, ante el afán de la madre que plancha la túnica, ante la cera que gotea de los cirios y, sobre todo, ante el incienso que excita el sentimiento de pertenencia a la tribu de la fe.
Los rituales de la tribu, hechos tradición a fuerza de repetidos, decretan que el martes salga la Humildad, el miércoles Jesús, el jueves la Veracruz, el viernes la Soledad y el sábado el Santo Entierro. Eso dice la tradición de estos últimos años, aunque antes decía otras cosas. Decía, por ejemplo, que las hermandades salían el miércoles, jueves y el viernes santo. El miércoles salía la Humildad, el jueves la Veracruz, en el amanecer del viernes salía Jesús y por la noche el Santo Entierro. Luego se creó el martes santo y de ahí la tradición actual con la Humildad el martes, Jesús el miércoles , le Veracruz el jueves, la Soledad el viernes y el Santo Entierro el sábado.
El martes santo se creó en 1852. Y dejaron la costumbre de procesionar la Humildad en miércoles y Jesús salir en el amanecer de viernes santo. Entonces había 5 cofradías: martes, Humildad; miércoles Jesús; jueves, Veracruz y viernes Santo Entierro y Soledad. Santo Entierro y Soledad se fusionaron en 1895. La Soledad de María estuvo 63 años asignada al viernes santo. De 1900 a 1963. Salían en la solemnidad de la noche, de ida por la calle Mayor y de vuelta por la Carrera. Luto y oscuridad, blanco y negro en la noche triste del Señor. La procesión no vio así la guerra del 36 porque en Fuentes no hubo tal guerra. Lo que vio fue la miseria posterior y los años del hambre, paliadas ambas con la única esperanza del consuelo que prometía un mundo mejor en el más allá. Lo contaban el tatarabuelo Jose María "Arropía", asistió a la creación del Martes Santo y conoció salida de Jesús en el amanecer de Viernes Santo, y el bisabuelo Felipe, que conoció en 1895 la fusión del Santo Entierro con la Soledad.
Crujían como rayos los corazones afligidos cuando en 1963 la Soledad dejó de salir por falta de hermanos y dinero en los descreídos años sesenta y setenta. Veinte años de infamia -de 1963 a 1983- para el rito de la tradición. Doble luto en la Semana Santa. Volvió a salir, al fin, y lo hizo el viernes, su día de siempre. Pero, ¡ay!, a finales de los 80 huyó al sábado por mor de los altos costes de los lirios y las marchas procesionales. Ahí sigue incomprensiblemente. Qué necesidad tiene el luto de la cristiandad de trompetas, tambores y fanfarrias. Desubicada anda la procesión bajo la restallante luz de la tarde del sábado de gloria, precipitadamente recogida antes de que suenen en el campanario mayor las doce que anuncian la llegada del domingo de resurrección.
Por eso el añorado cura don Ramón amaba la noche del viernes santo en medio de un silencio que subrayaba el arte de las esculturas en la calle. Para buena parte de población fontaniega, la Semana Santa es, antes que nada, arte en la calle, procesión museística auspiciada por el pretexto de la devoción. Religiosidad popular compuesta por representaciones artísticas cuyos ingredientes básicos son la escultura, las flores, el movimiento, la música, el misterio, el olor y el pueblo en la calle. Iconografía colectivista mamada desde la más tierna infancia. Alrededor de 2.800 hermanos y 830 nazarenos suman las hermandades de Fuentes. En aquellos años serían bastantes menos.
De aquella tribu de religiosos sin fe formaba parte Angelita Díaz, mujer leída, culta e inteligente que vivía en la calle Mayor, frente al casino de los señoritos, que decía "yo no soy creyente, ni hermana de ninguna hermandad, pero siempre salgo a ver las procesiones porque me gustan el ambiente, el arte de los escultores y desde que nací me identifico con la Semana Santa". Entre los devotos del Santo Entierro estaba Juan Gallardo, de chaqueta negra y pantalón negros, camisa blanca y zapatos negros como el color de su hermandad. Gallardo fue siempre al desfile procesional sin corbata. Decía que así lucía más el blanco de la camisa. Heredó la devoción su hijo Manuel, lo mismo que el cristalero Ricardo Puerta heredó la fe de su abuelo Ricardo, antaño portero del cine Avenida.

Anda algo trastocado en Fuentes el relato bíblico. El Cristo de la Salud sale el viernes, día en que lo acaban de enterrar, según la Biblia. De toda la vida de Dios, el Cristo de la Salud salía con motivo de calamidades, no para sustituir a la Soledad trasplantada al sábado. Como la tradición marcaba que el paso de la soledad fuera todo de blanco y negro, colores que caracterizaban a esta hermandad. Flores blancas. Tan del viernes era el Santo Entierro y la Soledad, que el año que la Veracruz no pudo salir el jueves por la lluvia, se abstuvo de hacerlo al día siguiente. Hubiese sido una irrespetuosa ocupación de sitio.
Cristo fue crucificado y enterrado el viernes, no el sábado, día que permaneció en la tumba para resucitar el domingo de entre los muertos. El rito se hace mensaje para el que lo sabe entender. La cruz del sacrificio, la sábana blanca que abre camino a una nueva vida y el cordero que redime el pecado son mensajes del sábado. Desprovisto de esos significados del sábado, el rito se hace banal, superfluo, innecesario. Por eso el sábado de gloria era para la llegada a la plaza debajo de un rebaño de corderitos que volvían locos a los niños. Los padres pudientes de Fuentes regalaban ese día un cordero redentor a cada uno de sus hijos. Los que no podían tenían que conformarse con la contemplación de la blancura de las lanas, cargar el resto del año con los pequeños pecados de cada día y esperar que el día de mañana suyo sea realmente el reino de los cielos.