Antes de que la república de Roma se transformase en imperio, la intriga permanente se había hecho norma. Asustados, los patricios prefirieron a un dictator al que susurrarle al oído, que tener que convencer al Senado. Con el cambio de régimen, la vida de los plebeyos no cambió demasiado, lo que importaba por entonces era el pan y el circo (más o menos como ahora). Cubiertas estas y otras necesidades fisiológicas básicas, estarían contentos con la ciudadanía romana.
A los esclavos les daba igual quien mandase, nadie les preguntaba, a nadie le interesaba lo que pensaran, solo importaba si los denarios invertidos en su compra habían merecido la pena. No eran relevantes pese a ser la base de la sociedad, sin la cual nada era posible (más o menos como los inmigrantes ahora). Roma era un gigante con pies de esclavo. Fue la corrupción política de las clases altas lo que transformó a un embrión de democracia en una autocracia y llevó siglos más tarde a su hundimiento definitivo.
Hoy, igual que Nerón, Trump está quemándolo todo. Pretende crear un mundo a medida de desalmados ególatras individualistas y mentirosos compulsivos como él, que creen que el planeta es suyo. No es el tonto del pueblo, si lo fuese no habría llegado a mandar tanto. Tiene una visión Mesiánica, pasar a la historia, aunque sea como lo que es. Solo y con el corazón henchido de sí mismo, ha decidido que ardan Troya, Roma y París al mismo tiempo. También van a arder las vidas de los millones de incautos ciudadanos; los estadounidenses convertidos en ceniza y humo. El país de la Coca-Cola, los pantalones vaqueros y el Rock and roll, nos está cayendo más gordo que Nerón.
El mundo se derrumba y yo con estos pelos, piensa Europa, que se debate entre seguir bailándole el agua a Trump o desfilar marcando paquete ante Putin ¡Que vienen los rusos! El no-imperio ruso ha sido incapaz de sustituir a Zelenski por un guiñol. Rusia se cree más grande de lo que es, aún piensa que es la URRS. Europa se cree mucho menos grande de lo que es, aún cree que estamos en la guerra fría. Estados Unidos cree que todavía vivimos en los años cincuenta, se ve a sí misma como Gulliver en Liliput. Pretende que su imperio se lo paguemos nosotros con billetes de un dólar sin marcar y no consecutivos. Urge la independencia, el primo de Zumosol se ha pasado a la zarzaparrilla.
No soy ingenuo, hay muchos Nerones y Calígulas que sólo entienden la ley del rey de bastos. Con ellos, de nada sirven los discursos éticos, el estado social y de derecho, la conciencia ecológica, el respeto por las personas. Por eso hemos de estar preparados para defender la ahora denostada democracia. Igual tenemos que hacer lo que dice (la gran filósofa andaluza) Isabel Pantoja y enseñarles los “dientes, dientes, que es lo que les jode”. Von der Leyen nos cuenta que los piños que tenemos no nos valen, que necesitamos una dentadura nueva con grandes colmillos para dar más miedo que risa. Hay que gastarse una pasta, como si hasta ahora no nos la hubiésemos gastado. Habrá que invertir dinero, pero habrá que saber en qué exactamente y quiénes lo pagarán, si los plebeyos como siempre, o los patricios como nunca.
La solución es política, por eso los ultra simples de la ultraderecha odian a los políticos y adoran a los milagreros, por eso detestan la idea de una Europa unida en un ente supranacional. Los ultra liberales quieren la unión de Europa, sí, pero no de la gente, sino de mercados y capitales. Para que no les toquen la repleta cartera están dispuestos a todo, incluida la guerra a la que, por supuesto, irían como siempre los hijos de los plebeyos y muchos esclavos.
El Cesar Trump, tiene predicadores de la verdad revelada por todo el continente que escuchan sus ripios y le ríen la gracia, como hacían con Nerón, y quiere aplicar la máxima romana “divide et impera”. La inteligencia humana está en peligro. Los dueños del imperio pretenden que muera esta edad de las luces para volver a las tinieblas medievales en la que mande una élite de privilegiados que se perpetúe por los siglos de los siglos. Quieren que acabemos con el derecho romano, la revolución francesa y, por supuesto, con la igualdad de oportunidades.
China se ha aplicado el cuento y ha dejado de ser La Bella Durmiente para convertirse en un gigante espabilado. Europa quiere dejar de bostezar, otra cosa es que lo consiga. Atacados de insomnio, los Estados Unidos han despertado del sueño americano convertido en pesadilla. Quieren volver a ser lo que fueron, aislacionistas, y tomar el camino de baldosas amarillas, volver a Kansas y pasar de lo que hay más allá del Arco Iris.
Pero la autarquía no triunfa, lo sabemos bien aquí.