“Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”. Con estas palabras Antonio Machado, que seis años más tarde, camino del exilio, escribía: “Estos días azules / Y este sol de la infancia”, recibía a la II República española. República que trajo consigo aquel 14 de abril luminoso, la esperanza y la ilusión de miles de españolas y españoles, de fontaniegas y fontaniegos. ¿Qué ocurrió entre las palabras del poeta en 1931 y las de 1936?

Ocurrió que desde el primer momento de la proclamación de la República las fuerzas reaccionarias de derechas, el ejército y la iglesia conspiraron para derrocarla y terminar con la ilusión y la esperanza de miles de personas de buena voluntad que anhelaban una vida mejor, más justa, más igualitaria, más libertad. Todo eso quebró un 18 de Julio de 1936 cuando un golpe de estado y una guerra civil truncó un espacio, un tiempo de libertad, de democracia, un intento de hacer la vida más digna, donde los sueños empezaran a ser realidad. Una vez más, el pueblo español fue traicionado.

Si la II República fue un rayo de luz para el pueblo, para las mujeres vino cargada de luz que alumbró la esperanza después de siglos de oscuridad y sometimiento. Un cambio profundo en todos los ámbitos, tanto en la esfera pública como en la privada. Esos cambios fueron mucho más lejos de lo que muchos de los mismos hombres de la República habían planeado, incluso que muchas mujeres habían soñado. Aquí es obligado rendir homenaje a Clara Campoamor, feminista hasta las últimas consecuencias, que lucho en las Cortes por el voto femenino hasta conseguirlo, aunque esto le costara el ostracismo y la incomprensión de sus compañeras y compañeros.

En el cambió que la sociedad y especialmente las mujeres pudieron sentir, tuvieron mucho que ver las maestras republicanas, esas mujeres valientes, modernas que después del golpe de estado sufrieron una represión tremenda, algunas borradas de la historia, pagando con sus vidas o con su libertad su atrevimiento, otras obligadas a volver al hogar de donde nunca deberían haber salido según el patriarcado siempre aliado de la iglesia. Estas maestras trabajaron por una educación pública, gratuita y laica que intentaba acabar con siglos de discriminación en razón del sexo o clase social.

Sí, una educación laica que hoy al parecer, se va perdiendo cuando en colegios públicos se adoctrina a niñas y niños en actividades religiosas en horario lectivo como procesiones católicas. Qué lejos quedan los valores republicanos, estamos volviendo a la España de charanga y pandereta de la que hablaba Machado que, junto a tiempos revueltos e inciertos de un capitalismo salvaje, nos está llevando a tiempos oscuros envueltos en papel de celofán.
Quiero terminar recordando los versos del poeta sevillano, premonición de nuestro tiempo:
¿Tu verdad? No, la verdad,
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.