No se sabe con certeza, pero me da que en las cuevas de Altamira alguien debió entrar con la idea de enterarse de cómo se pintaban bisontes al galope. El intruso tendría que ser rápido, copiar el estilo, los colores, la composición… pero sobre todo no ser descubierto. Seguro que el método de la mezcla de pigmentos para obtener ese rojo tan impactante era el mayor secreto de la tribu. El ser humano es un imitador y lo de robar las ideas ajenas existe desde el alba de los tiempos. Husmear es una tendencia natural y una necesidad para comprender nuestro entorno. Gracias a ese impulso existe el periodismo. Observar y espiarse mutuamente es tan normal como frustrante ser descubierto.
La historia del espionaje está llena de leyendas increíbles, hitos técnicos y novelas excelentes en las que realidad y ficción se confunden. Tienen mucho de reales algunos personajes como Chacal, Alec Leamas o Jason Bourne. Forman parte de la cultura universal los personajes de John Le Carré, Joseph Conrad, Ian Fleming o Frederick Forsyth. Las historias de espías nos fascinan, nos encanta el agente 007, aunque en lugar de interpretarlo en la pantalla el brillante Sean Connery lo haga el mediocre Timothy Dalton. Mata Hari, más personaje que espía eficiente, llena el oficio de exotismo, erotismo y Art Nouveau. Hasta Austin Powers (el espía que me achuchó) y Maxwell Smart (el superagente 86) parodias de trazo grueso, han triunfado en el cine y la televisión. María Dueñas o Javier Valenzuela nos narran un espionaje patrio mucho más cercano, pero igualmente fascinante e intrigante.
¡Nos encantan los espías!
La famosa Máquina Enigma trajo de cabeza a los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Despejar la incógnita de enigma escondida entre sus ruedas dentadas fue un trabajo (también hecho por españoles) aún mayor que encontrar la dichosa máquina en un submarino Alemán. Juan Pujol, uno de los espías más importantes de la historia, fue capaz de inventarse toda una red de confidentes que le pasaban información, más falsa que un jeque salmantino. Haciéndose pasar por doble agente, Pujol convenció a Hitler de que la invasión aliada de Europa sería por Calais y no por Normandía. El esfuerzo de “Garbo”, ese era su nombre en clave, fue decisivo para el éxito del desembarco.
El trabajo sucio lo hacen los espías porque de lo contrario tendría que hacerlo el ejército o la policía debidamente uniformados. Para eso existen los servicios secretos, para desatascar o atascar, según convenga, las sucias cloacas que hay bajo cada estado. Todos los países, por muy amigos que sean, se vigilan atentamente. El antepenúltimo ejemplo de lo que digo es el sistema Pegasus, disponible a la venta o alquiler para estados sin escrúpulos -o sea todos- empresas multinacionales sin escrúpulos -o sea todas- y oscuros magnates al estilo de Elon Musk o el Doctor No.
No puedo dejar de reírme ante el último episodio de la serie por entregas que es la historia del espionaje. Al parecer, los chinos están muy preocupados con el tiempo que va a hacer en Montana, así que asesorados por el Mariano Medina chino han mandado un “globo meteorológico”. Por pura casualidad, este estado está lleno de misiles termonucleares. Un día después encuentran otro globo, esta vez en Costa Rica. No me da a mí que Costa Rica tenga muchos silos de misiles, pero tampoco creo que estuvieran estudiando la reproducción del Yigüirro (Turdus craye), el ave nacional del país. “Son los vientos, son los vientos, los que han desviado el globo”, afirma China ¡Qué malvado es Xi Jinping, espiando por la cara y sin avisar! Cuanto más crece China, más se parece a Estados Unidos en cuanto a prepotencia y cinismo. Debe de ser cosa de la pujanza. Cuanto más poderoso es un país, menos escrúpulos tiene. España, como país de medio pelo, tiene escrúpulos medio calvos. El CNI, ya está pensando mandar a Anacleto (el agente secreto) a hinchar globos para espiar las cuentas de “El Rubius” en Andorra.
Al denunciar públicamente estos hechos, Estados Unidos, escandalizado, corre el riesgo de que todo se acabe sabiendo y empiecen a aflorar globos, satélites, teléfonos pinchados, correos interceptados por todas partes, sobre todo, los que ellos mismos han puesto en circulación. Seguro que Putin enseñó o aprendió muchas técnicas de espionaje de la Stasi en sus años como agente del KGB en la RDA. Es divertido pensar en las estupideces que dicen los anti vacunas acerca de los chips que supuestamente nos implantarían para espiarnos. Como si no nos estuvieran espiando suficientemente hace mucho tiempo.
Antes de que el globo sonda explote como una piñata, deberíamos tener claro que nos ven, leen y escuchan a todos, para saber qué queremos comprar o inducirnos a consumir lo que ellos quieran. Todos y todas estamos siendo espiados, no para aniquilarnos como haría Goldfinger, sino para que consumamos sin parar. Habría que decir lo mismo que Rollo Martins, el escritor que busca a su “amigo” en “El Tercer Hombre” de Graham Green. “¡Es usted un espía muy malo, se le ven los pies!”