Ordenando carpetas me he encontrado cuentos que escribí en pandemia. Había una vez una niña a la que todos llamaban Chavalines Rojos porque su abuela para su cumpleaños le regaló unas zapatillas de deporte de ese color. A Chavalines Rojos le gustaba jugar al fútbol y al baloncesto, pero lo que más le gustaba era subir a los árboles del bosque donde vivía su abuela, la cual estaba siempre recogiendo hierbas aromáticas para fabricar esencias y aceites que luego vendía a un repartidor de perfumes que cada mes se pasaba por la cabaña dónde vivía la abuela de Chavalines Rojos.

Un día, la madre de Chavalines Rojos le habló de esta manera: Chavalines, la abuelita me ha llamadao al móvil y dice que anda un poco pachucha y no tiene ganas de bajar al pueblo por los tarros para los aceites, así que después de hacer los deberes deberías ir a llevárselos tú. Yo tengo una reunión de la asociación de vecinos y no podré. También puedes llevarle un bizcocho de limón que hice ayer. Vale, le contestó Chavalines.

Cuando Chavalines Rojos terminó de hacer los deberes que su maestra le había mandado, además de las cien veces “no pegaré más a ningún compañero por haber insultado a mi amiga llamándola niñata de mierda” (aunque la maestra no quería nunca que apareciera el insulto, cosa que Chavalines no entendía), tomó el sendero del bosque y fue recreándose en las flores y animalillos del mismo, hasta llegar junto a su amigo el viejo roble. Después de abrazarlo, comenzó a subir por su tronco, ayudándose con las ramas que se les ofrecían para hacerle el ascenso más fácil. El tiempo fue pasando y Chavalines no se daba cuenta. Mientras tanto, su abuelita preocupada porque no llegaba y ya se iba haciendo de noche llamó a su madre. Ésta le dijo que no se preocupara que ya sabía cómo era su nieta, estaría entretenida con cualquier animalito o colgándose de las ramas cual Tarzán de algún árbol.

Cuando más feliz estaba Chavalines, apareció un hambriento lobo que había bajado de la sierra huyendo de los cazadores. Cuando vio a la niña se le hizo la boca agua. Pensó ”he aquí mi comida”.  Pronto comprobó que las ramas de los árboles y su grueso tronco le impedían llegar hasta ella, así que ideó una estratagema que había oído contar a sus abuelos en las noches de invierno:
-¿Niña, a dónde vas?  Se va a hacer de noche y te perderás.
- Voy a casa de mi abuela que anda pachucha.  Le llevo estos tarros y este bizcocho.
- Pues si te das prisa, por ese sendero llegarás antes.
-¿Ése? Pero si ése es más largo, venga ya, señor lobo, que yo me conozco el bosque. Si pretende engañarme va usted listo.
-Hija, cómo habéis cambiado las niñas, tú deberías andar cantando por el sendero con tu caperuza y tus moños. Antes erais más inocentes, más tontitas, en fin, si por lo menos me dieras algo de bizcocho…
-Bueno, dijo Chavalines Rojos, te daré un trozo y después más vale que te vuelvas a la sierra, allí podrás cazar.
- Sí, sí, eso te crees tú, los cazadores son los que me van a cazar a mí, ¡Qué manía con cazar al lobo!
- Lástima, a lo mejor mi abuela te puede adoptar como mascota, como vive en el bosque podrá tener un lobo. Vamos, digo yo.
-Pues vamos a verla.

Cuando llegaron a la cabaña era ya noche cerrada. La abuelita de Chavalines había llamado ya otra vez a la mamá de Chavalines, que esta vez sí se había preocupado por su hija pues nunca estaba tanto tiempo fuera sin avisar. Al ver al lobo la abuelita gritó “¡Socorro! Es como en el cuento”. Chavalines tuvo que convencerla de que aquel animal solo estaba hambriento y asustado, trabajo le costó.

Al final, el lobo se quedó una temporada con la abuelita. Chavalines iba a visitarlos los fines de semana, porque el resto de los días estaba muy ocupada con unas cuentas enormes que le ponía su maestra y aprendiéndose de memoria el nombre de todos los ríos, cabos, golfos, cordilleras, valles, acantilados y cerros del mundo mundial. Cuando estaban juntos, los tres recogían hierbas aromáticas, miraban mariposas, subían a los árboles y desde lo alto cantaban canciones que el lobo les enseñaba, eran canciones de otras épocas, de otros mundos.