La tarde que Katalinski nos apeó del mundial de Alemania de 1974, los niños de Fuentes jugábamos entristecidos con la bicicleta frente a la botica de don José Campos, enfrente de donde está ahora, junto a la tienda de Anita. Katalinski no era el nombre en ruso del Catalino, sino la estrella del equipo de Yugoslavia que echó a España de aquel mundial que veíamos en los bares a través de televisores en blanco y negro. Yugoslavia era entonces en fútbol y en baloncesto un país temible, además de lejano y extraño para nuestras pueblerinas mentes. En la fase de clasificación, España perdió 1-0 frente a Yugoslavia, que se emparejó con Brasil, Zaire y Escocia.
España fuera del mundial, Franco agonizando y en el Sáhara se fraguaba la Marcha Verde. Negros nubarrones sobre el pabellón del orgullo patrio, aunque a los niños todo aquello nos traía sin cuidado y lo que de verdad dolía era que un tal Katalisnki, con su gol a los siete minutos del primer tiempo, nos hubiese dejado sin la emoción de ver a Amancio, la gran estrella de la Roja, entonces conocida como la "selección ye-ye", dirigida por Kubala. ¿Quién era Zaire en el mundo del fútbol para seguir en el Mundial? ¿Quién era Escocia? ¡La raza española, llamada a dirigir el mundo, la unidad de destino en lo universal, por detrás de Zaire!
El partido inaugural se jugó un 13 de junio de 1974, entre Brasil y Yugoslavia -¡qué dolor!-. Empataron a cero y Luis el Beato gritaba en la taberna de Paco España que Brasil era la selección que mejor jugaba al fútbol del mundo, pero que lo hacía muy lento. Él decía que no quería atletas, sino jugadores de fútbol. Jugadores importantes del mundial del 74 fueron Beckenbauer, Rivelino y Johan Cruiff, además de Pelé, claro está. Aquel día, en la taberna de Paco España no cabía un alfiler viendo el partido en el televisor en blanco y negro. ¡Qué dolor de mundial! A algunos aquel berrinche no se nos ha pasado todavía, aunque la verdad es que teníamos el alivio de la Orbea que nos había comprado nuestro padre ancá Antonio Peñaranda. Nos consolaba eso y el recuerdo del mundial anterior, el de 1970 de México, que no ganamos, peo participamos, que es lo importante.
Conforme se iba acercando la final del mundial de México entre Brasil e Italia, medio Fuentes se había apostado algo a que ganaba Brasil y la otra mitad de Fuentes a que ganaba Italia. Bueno, la verdad es que por Brasil apostaban dos tercios y sólo un tercio por Italia. Cosas de un tal Pelé, que no era hijo de barbero, sino un jugador brasileño que, más jugar a fútbol, era el mago del balón. Vamos, el Mesi de entonces pero con muchísimo menos dinero en paraísos fiscales. Al final ganó Brasil por 4-1. Exhibición de Pelé, que dos años más tarde vino al trofeo Ramón de Carranza de Cádiz con su equipo, el Santos.
Al contrario de lo que generalmente se cree, la historia de los mundiales no la escriben las naciones ganadoras, sino algunos de sus jugadores más carismáticos. El mundial de Alemania fue el de los citados Pelé, Beckenbauer, Rivelino y Johan Cruiff. Cuatro años más tarde, el mundial de 1978, jugado en Argentina, fue el de Mario Kempes. Contaban aquel año en Fuentes que a las mejores selecciones les daban en los hoteles de concentración buenos chuletones de ternera de la tierra argentina y que a las demás, vaca vieja. Las cebadas eran Argentina, Holanda, Italia y Alemania, claro estaba. Tuvo como sedes Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza y Mar del Plata.
De pronto, de las tinieblas brotó el color. La primavera inundó de flores a España, estrenamos democracia y la selección se clasificó para el mundial de Argentina. Lejos de Argentina reinaban las sombras. España se las prometía felices en un grupo difícil compartido con Brasil, Austria y Suecia. Pero, ay, qué poco dura la alegría en la casa del pobre. En un fatídico partido, la selección de la esperanza cayó eliminada por el imperio Austro-húngaro. La estrella de la selección austriaca era Hans Krankl, conocido como "El Matador". No era torero, pero le hincó el estoque a la selección española hasta el puño. Los fontaniegos guardamos en la memoria los nombres de Katalinski y Krankl.
La televisión era en color, pero los mundiales para España seguían en blanco y negro. Llegó 1982 y con él Naranjito. El mundial de España supondría la continuación de la pesadilla para los fontaniegos aficionados al manejo del redondo relleno de aire. España volvió a hacer el ridículo, eliminada a las primeras de cambio. Este mundial lo ganó una Italia rutilante gracias a su portero, Dino Zoff, que con 40 años, 4 meses y 13 días pasó a la historia como el jugador más longevo en ganar un mundial de fútbol. Otra de las figuras italianas fue Paolo Rosi, que fue sacado de la cárcel para que jugará el mundial. Salió y ganó el mundial. Estuvo 18 meses preso por quinielas clandestinas y por amañar partidos. En el partido más bonito de la historia de los mundiales, disputado por Brasil e Italia, Paolo Rosi marco tres goles.
Era el 5 de julio de 1982 a las cinco de la tarde en Barcelona, pero en la taberna de los catalinos, el Bobi se disponía a poner la televisión. La gente abarrotaba la zona de la televisión para ver el partido. Monago, nuestro mejor jugador fontaniego por aquella fecha, estaba viendo el partido con una camiseta blanca. Las gafas de sol que llevaba colgadas de la camiseta reflejaban la doble pantalla de la televisión. El pantalón negro que vestía bailaba al son del balón, pero en vez de botas de fútbol lucía zapatos negros y calcetines blancos. Monago quería que ganara la selección de Italia porque era partidario del fútbol conservador que practicaban los italianos, defensivo y de contra ataque. Al finalizar el partido y ver que ganaron los italianos, se levantó de la silla y gritó "¡tomad, campeones brasileños, ya habéis perdido!
A continuación vino el mundial de Maradona, en México de nuevo. Maradona frente al alemán Rummenigge. Nada pudieron contra el argentino los del Rhin, ni los Platini, Zico y Zocrates. España cayó en cuartos de final con un equipo liderado por Butraguño y entrenado por Miguel Muñoz. Bélgica nos mandó a casita. Notables fueron los cuatro goles que Butragueño metió a Dinamarca. Ya llevábamos como verdugos a Yugoslavia, Austria y Bélgica, más el ridículo en nuestro mundial. Yugoslavia por partida doble porque volvió a eliminar a España en el mundial de 1990. Lo ganó la Alemania de Lotar Mathaus.
Llegó el mundial de 1994, su sede Estados Unidos, ganado por Brasil con sus estrellas Romario y Bebeto. España cayó eliminada ante Italia y teníamos otra espinita clavada. Javier Clemente en el bar que tenía José Manuel Mateos Malagón en la plaza abajo, viendo el partido España-Corea, recibió muchas críticas, pues el público fontaniego decía que se había dejado atrás a muchos jugadores técnicos. No debieron de llegarle las críticas hechas por los fontaniegos porque en el siguiente mundial, el de 1998, disputado en Francia, España otra vez hizo el ridículo perdiendo contra Nigeria. El mundial lo ganó Francia con su estrella Zidane. En el mundial de Corea y Japón, España no hizo nada, de la mano de Camacho. Este mundial lo ganó Brasil, con su estrella Ronaldo.
Y así sucesivamente hasta que llegó Sudáfrica-2010 y por fin España ganó su mundial con un golazo de Iniesta, una brillante actuación de su portero Iker Casillas y el buen planteamiento de su entrenador Vicente del Bosque. Veremos si los televisores de este Mundial-2022 son en color o en blanco y negro. Sabemos que son extra planos, no extra gordos como antes, pero lo del color está por ver. Del mundial de Qatar se ha hablado mucho, especialmente del régimen dictatorial que lo organiza. A Luis Enrique se le reprocha que no haya convocado a Sergio Ramos, el mejor defensa de la historia.
El mundial de Qatar ha sido una falta de respeto a los derechos humanos, es un país que no tiene tradición futbolística, la selección de Qatar, no marcará ningún gol, su público ayer cuando jugó se iba del estadio al ver el ridículo espantoso que estaban haciendo. Cuando acabe el mundial no saben qué van a hacer con los estadios, uno de ellos en mitad del desierto. El estadio Al Bayt se descubre como una carpa rectangular gigante en mitad de la nada y con una capacidad de 60000 espectadores.