La creatividad desbocada. Eso es José Gómez, el artista fontaniego que ambiciona hacerlo todo, que nunca se conformó con ser pintor. Un día lejano, su madre le pidió un cuadro para el comedor de su casa. Cómo aquel chiquillo no iba a hacerle un cuadro a Mariana Gómez, hija de Mariano de la calle Ancha. Desde entonces, José no ha parado de pintar más que para hacer periodismo, para leer con fruición, para caminar sin freno, para crear muebles... Pero ¡ay!, el artista que lo abarca todo corre el peligro de no apretar nada. Ese peligro ha acechado siempre a este fontaniego total. ¿Qué es ser un fontaniego total? Un hijo de este pueblo al que la emigración en Francia le desveló que estaba enamorado de Fuentes hasta las trancas, que regresó para no marcharse nunca más y que quisiera inmortalizar cada poro de la piel verde y blanca de aquella Penélope que lo esperó hasta el final.
Pregunta.- ¿Qué aparece en aquel primer cuadro que le pintaste a tu madre?
Respuesta.- Es un paisaje extraído del libro que tenía para aprender a pintar. Todavía conservo el cuadro, que no me salió demasiado bien. También guardo el libro como oro en paño. Aquello fue en 1987 y me piqué con la pintura sin saber ni pintar ni qué quería pintar. Quería pintar y pinté porque a ver qué chiquillo se niega a pintarle un cuadro a su madre. A partir de entonces experimenté y aprendí de la mano de Pepe García y de Camilo Gómez, dos buenos pintores que daban clases particulares en sus casas. Lo dejé cuando murieron mi padre y poco después mi madre.
P.- ¿Hay mucha diferencia entre copiar paisajes de un libro o de una foto y captar un espacio natural?
R.- Mucha diferencia. Yo tardé muchos años antes de pasar de copiar a pintar al natural. Aunque algo me enseñaron mis maestros, en realidad siempre he sido autodidacta. Por eso tardé unos siete años en hacer mi primer cuadro al natural. Es una cosa que causa mucho respeto. Además, por mi forma de ser ser, tiendo a la dispersión. Me canso pronto de hacer una cosa y necesito cambiar. Cuando ya empezaba a dominar la pintura me dio por caminar. Más tarde me dio por el periodismo. A continuación por la lectura y ahora ando haciendo mesas. Sigo lo que me atrae en cada momento.
P.- Eso no es muy productivo, ¿no?
R.- No, nada productivo, pero siempre he sido así y a estas alturas de mi vida sé que no voy a cambiar. Lo quiero llevar todo antecogío. Es mi defecto, qué le voy a hacer. No puedo hacer una sola cosa. Por eso, después de pintar me metí a crear el periódico La Firma, que primero fue en papel y después fue digital. En papel duramos poco, un año. Era muy sacrificado y había que tener un equipo grande de colaboradores para estar en todas partes. En papel fue mensual. Lo hacíamos por el placer de escribir y estábamos don Juan Ruiz, Paco Rodríguez, Sergio Giménez y yo. Luego lo hicimos digital y se sumó Francis J. González. Pero tampoco duramos mucho. Dejé el periodismo y me zambullí en la lectura, especialmente en los clásicos, que nunca defraudan: El Quijote lo he leído tres o cuatro veces. Los hermanos Machado, Víctor Hugo, Tolstoi, Dostoyevski...
P.- ¿Vuelves de vez en cuando a la pintura?
R.- Sí, cuando me apetece. Hace poco pinté muchas calles de Fuentes para la exposición "Postales" en Aires Nuevos. Un día me propuse pintar todas y cada una de las calles de Fuentes. No sé cuántas habré pintado ya, pero muchas. Veinte o treinta, por lo menos. También ando dándole vueltas a la idea de volver a escribir, pero ya no como periodista, sino como novelista. Lo que pasa es que un relato corto se me hace poca cosa y una novela se me figura demasiado. Hay que inventar una historia, unos personajes, unas escenas. Tal vez. haga una novela corta. Claro que también me atrae mucho construir maquetas como hace Paniagua. Ya ves, quiero tocar todos los palos. Podría pintar mejor si me hubiera dedicado sólo a pintar, pero soy incapaz. A estas alturas no voy a cambiar.
P.- ¿Qué estilo de pintura te atrae?
R.- Yo me identifico con el impresionismo, que es plasmar en un cuadro la primera impresión que algo te causa. Eso requiere mucha rapidez y mucha práctica, cosas que yo no tengo aún. Me atraen los cuadros de Joaquín Sorolla, Paul Cézanne, Camile Pissarro... Lo que suelo hacer es empezar el cuadro en el lugar elegido y rematarlo después en casa.
P.- Tienes una fidelidad inquebrantable: Fuentes.
R.- Eso sí. Soy fontanieguista por encima de pintor, escritor, lector, periodista o maquetista. Viví en Francia (Rennes) 24 años soñando con Fuentes todos los días. Llegué allí con 14 años, fui a la escuela, aprendí su idioma y me convertí en un francés más. Nunca viví como un emigrante, pero tampoco dejé de ser fontaniego y de soñar con mi pueblo. Cuando niño, una vecina anciana me dijo mirando el cruce de las calles de la Huerta, el Bolo y Ancha: "José, te acordarás toda la vida de estas cuatro esquinas". ¡Cuánta razón tenía! Finalmente, en 1992 volví de Francia. Trabajé unos años de albañil y luego estuve 13 años en la imprenta de Bocanegra. No he vuelto a salir de aquí más que de visita, y no mucho. No soy viajero y Fuentes me da todo lo que puedo necesitar.
P.- ¿Crees que el emigrante valora Fuentes más que el que ha vivido siempre aquí?
R.- No puedo saber lo que siente el que nunca ha tenido que vivir lejos de su pueblo, pero sí sé lo que he sentido yo. Sé que cuando estás fuera piensas en tu tierra continuamente y que cualquier cosa que recibes del pueblo, aunque sea una insignificancia, te produce una emoción enorme. En Francia trabajaba de albañil y estaba deseando que llegara el verano para venir de vacaciones. Cuando llegaba la hojilla de la feria la recibía como un auténtico tesoro. A lo mejor lo vive de otra manera el que nunca se ha visto privado del contacto con Fuentes.