Cristóbal y Miguel son los guardianes del arca perdida. Los Indiana Jones de la guardería rural de Fuentes en lucha contra el robo. En el momento en el que alguien lea estas lineas, sea de día o de noche, casi seguro que Cristóbal Peñaranda o Miguel Osuna están patrullando el campo para evitar el expolio de aceitunas. Oro verde y negro es lo que cuelga en estas fechas de las ramas de los olivos. Oro escaso por la sequía y, por tanto, más ambicionado que nunca por los amantes de lo ajeno, que no son pocos. Aunque al principio -hace siete años- muchos no creyeron que su labor fuese a dar resultado, Cristóbal y Miguel, Miguel y Cristóbal, han ganado a pulso el respeto y el cariño de los agricultores de Fuentes.
Oficialmente no son agentes de la autoridad, pero la autoridad no la confieren una placa, un arma y un uniforme. La autoridad se conquista a base de buen servicio, estar donde hay que estar y cuando hay que estar. En eso, Miguel y Cristóbal parecen tener el don de la ubicuidad. Como si en los campos que circundan Fuentes hubiese dos Cristóbal y dos Migueles. O cuatro. O seis. Tanto se les ve a todas horas y por todas partes que parecen los integrantes del Equipo A. O Los Siete Magníficos. Esparcen tranquilidad en los olivares igual que los mayetes fumigan contra la mosca blanca.
Lo que pasa en Fuentes contrasta con el hecho de que los agricultores de poblaciones cercanas han optado por guardar personalmente sus fincas. La Guardia Civil se ha incautado recientemente de 73 toneladas de aceitunas robadas. En Fuentes, el último intento de robo de aceitunas ocurrió hace un año, pero los ladrones fueron detenidos y recuperados los 400 kilos de aceitunas que habían cogido. La guardería rural fue creada en 2016 entre el ayuntamiento, con la colaboración de la cooperativa.
El robo de aceitunas suele empezar con la llegada de una furgoneta a una finca algo alejada del pueblo. Apaga las luces y de su interior baja una cuadrilla de cinco o seis hombres dotados con todo lo necesario para coger unos mil kilos de aceitunas en poco tiempo. La furgoneta se aleja para no llamar la atención en mitad del campo y espera una llamada que le avise de que el botín ya está en los sacos. Vuelve al olivar, carga en un abrir y cerrar de ojos y emprende la huida. Al precio que está la aceituna, los mil kilos pueden generar 1.200 euros.
La guardería municipal de Fuentes no sólo tiene el respeto de los agricultores, sino también una enorme colaboración a través de los teléfonos móviles y mediante un grupo de wasap en el que están casi todos los que tienen algo que ver con el campo. Cualquier movimiento extraño que se produzca en el término municipal genera una llamada de teléfono o es notificado al grupo de wasap manera inmediata por algún agricultor. Eso activa la alerta que lleva a la guardería al lugar indicado. Esto hace que, de hecho, haya miles de ojos vigilando los campos a todas horas y una patrulla ágil capaz de personarse en el punto señalado en cuestión de minutos. Tantos como agricultores andan por los campos.
Todo lo anterior no quita que en Fuentes pueda haber robos de aceitunas, pero lo cierto es que el número y el volumen de lo hurtado ha descendido de forma notable. Más que la persecución, la eficacia de la guardería rural se basa en la prevención. Las luces verdes sobre el techo del coche actúan como un auténtico repelente de malhechores. Si los parásitos huyen de los campos cuando ven venir las luces de la patrulla, el secreto del éxito es que se les vea por todas partes. De pronto la luz destaca en la oscuridad el Cerrojín y minutos más tarde en la Mataelvira. Desaparece y al momento reaparece en el cerro de la palmera del Donadío, más tarde en el castillo y, de pronto, en la fábrica Novales.
Así han logrado reducir los robos, lo mismo que los montones de basuras y de escombros por las veredas. Porque estos guardas sirven lo mismo para un roto que para un descosido. Rescatan una cigüeña herida, capturan un caballo desbocado, buscan una persona desaparecida o capturan una culebra refugiada en un cuarto de baño, evitan la sustracción de agua de las fuentes públicas y que los mayetes aren los caminos públicos. O salvan a una persona de morir calcinada en el incendio de su casa, acción que le ha valido una mención de honor de la subdelegación del Gobierno en Andalucía.
En estas fechas podría rodarse en vivo una película de policías y ladrones con solo sacar las cámaras a los campos. Muchos ojos escudriñan los caminos, otean el horizonte estudiando el movimiento del adversario. Las horas de mayor actividad de los amantes de lo ajeno son el medio día, cuando los agricultores se retiran para almorzar, y primeras horas de la noche porque más tarde destacan más en la oscuridad y pueden tropezarse con mayetes que, después de cenar y descansar un rato, dan una vuelta al campo o acuden a parar las bombas del riego. El rumbo de cualquier vehículo extraño es seguido minuciosamente, en especial si es una furgoneta o un camioncillo.
Igual que hay frutas del tiempo, también hay ladrones de temporada. Los robos de gallos son propios de marzo a junio para las riñas del verano. Los galgos en junio y julio preparando el fin de la veda. Las bombas, de mayo a septiembre por el riego. De octubre a enero, la aceituna. Y para entrar en una casilla solitaria cualquier día del año es bueno. Fuentes tiene a favor que las fincas de olivos no son excesivamente extensas y eso dificulta que los ladrones se "pierdan" en la inmensidad de un gran olivar.
Vocación y camaradería son otras de las claves de este éxito de la guardería rural. Cristóbal y Miguel trabajan en lo que les gusta y eso se nota enseguida. Como se nota el buen entendimiento entre ellos. Sin vocación y sin complementariedad otro gallo cantaría en un oficio que exige horas y horas de dedicación. En este matrimonio de hecho, Cristóbal pone la hondura del conocimiento del campo. No en balde lleva toda la vida de guarda. Cristóbal sabe de campo más que las liebres. Miguel lo quiere saber todo del campo y pone el entusiasmo, la sensibilidad hacia la naturaleza, las ganas.
El problema es que Cristóbal se jubila dentro de seis meses. O eso pretende. ¿Quién lo sustituirá? Será difícil dar con alguien con tanto conocimiento del oficio de guarda. ¿Habrá entendimiento? Cuando hace siete años Miguel y Cristóbal empezaron esta historia, el segundo le dijo al primero "Miguel, conmigo no vas a tener nunca un problema". Así ha sido, corrobora Miguel. Ni un problema. Son las nueve de la noche cuando llega al wasap de la guardería un audio que dice "por la verea de los Pajaritos va un camión sospechoso marca Iveco, color blanco, en dirección a la Llana". De inmediato, Miguel responde "Vale, nos ponemos en marcha. Vamos p´allá" y las luces del coche patrulla se adentran en el camino del Molino San José.