El callejero de Fuentes está lleno de nombres que recuerdan a célebres poetas, pintores, militares, santos, vírgenes, lugares y oficios, pero los personajes fontaniegos se cuentan con los dedos de una mano. Pocos fontaniegos y fontaniegas han sido hasta ahora profetas en su tierra. Ésa es una de las conclusiones que pueden extraerse de la lectura del nuevo libro que Francis J. González presentará mañana viernes en el ayuntamiento de Fuentes a las siete de la tarde. El título del libro es "Fuentes en sus calles" y, según la invitación, es "una aproximación al nomenclátor histórico del callejero fontaniego". Dice también que para asistir al acto es preciso acceder al ayuntamiento por la calle Fernando de Llera y Díaz. ¿Quién fue Fernando de Llera y Díaz? ¿Por qué la Carrera se llama así? ¿Por qué la calle San Antonio es conocida por la Matea?

Por esas y otras preguntas puede empezar el fontaniego a sentir que necesita un ejemplar del libro hecho por el laborioso cronista oficial de la villa de Fuentes. Con el libro en las manos, el fontaniego podrá recorrer las calles descubriendo muchos secretos. A Francis J. González le ha llevado su tiempo descubrirlos para ponerlos al alcance de todos. Sirve el libro para conocer, por ejemplo, que sólo hay dos calles históricas en todo Fuentes, San Sebastián y los Molinos, que nunca cambiaron de nombre. San Sebastián estuvo a punto de hacerlo, pero se mantuvo. No así los Molinos, sobre la que nunca hubo propuesta alguna para darle otro nombre. Todas las demás o cambiaron o son conocidas por la denominación popular y no por la oficial. El libro ha sido elaborado con datos extraídos de diferentes fuentes documentales: los archivos municipal y parroquial, así como los libros de la hermandad de la Humildad. El objetivo ha sido servir al conocimiento.

Por el libro, que tiene 368 páginas, sabemos que antes del siglo XIX era el pueblo el que "bautizaba" las calles y plazas. El pueblo daba a las calles el nombre del uso que tenían, de algún personaje popular que vivía allí o de los oficios que predominaban, dice Francisco J. González. La plaza de Abajo o de Abastos era la actual plaza de Andalucía. Probablemente, uno que se apellidaba Flores dio nombre a la actual calle Flores, como otro apellidado Lora se lo dio a la calle Lora. En la calle Caldereros habría eso, algunos caldereros. Los Molinos, Hornos, Estación o Arenal sirven para saber qué uso tuvieron esas calles en el pasado. El Rueo y la Reonda cerraban el casco urbano.

Hay nombres de calles cuyos orígenes cayeron en el olvido. Por ejemplo, la calle la Matea. Nadie sabe en Fuentes quién fue la Matea o la mujer del Mateo. Posiblemente, alguien que vivió allí hace al menos cuatro siglos. En documentos de 1639 aparece ya con ese nombre la actual calle San Antonio. Resulta curioso y sorprendente que el pueblo mantenga en el tiempo esa fidelidad inquebrantable con unos personajes que nadie conoció y con unos usos u oficios desaparecidos hace siglos. Si ya es imposible saber quién respondía al nombre de la Matea, lo mismo sucede con la calle Rebeca. En Fuentes hay una familia conocida como los Rebeca. Francis J. González ha indagado sin conseguir que ninguno de los Rebeca sepa decir quién fue la mujer que da nombre a la calle localizada en el Cerrillo de los Liosos, otro nombre de origen desconocido. Hace muchos años, antes que Caco, los Rebeca fueron dueños de la calera y es posible que hubiese una importante mujer que se llamara Rebeca. Algo parecido a lo que ocurre con los Margarito, descendientes de aquella Margarita mallorquina que recaló en Fuentes a principios del siglo XX.

Nadie en Fuentes sabe decir si la calle Soledad tiene connotación religiosa, la Virgen de la Soledad, poética o social. Pero todo el mundo la conoce como calle Zaharilla, como la calle Pozo Santo es conocida como Hurtado, probablemente por algún vecino que se apellidaba así. La calle Nueva fue nueva en algún momento de la historia de Fuentes y Nueva se quedó por los siglos de los siglos. La calle Santa Ángela de la Cruz fue Sor Ángela de la Cruz, aunque para casi todo el mundo sigue siendo la calle las Ratas, lo mismo que la calle Compañía será siempre la calle el Bolo por muchos años. Como la calle Aurora sigue siendo para casi todo Fuentes la calle Mediomanto o Hermanas Sevilla la calle Convento.

Cuenta el libro que en 1639 había en Fuentes apenas 23 calles con viviendas ocupadas por unos 2.000 vecinos. Fuentes suma actualmente 198 calles, la mayoría de ellas creadas a partir de la mitad del siglo XX. El primer plano del casco urbano data de 1886, pero fue de 1950 en adelante cuando Fuentes rompió el cinturón de la redonda y empezó su primera expansión importante, algo que en los años 80 se convirtió en crecimiento acelerado hasta triplicar su superficie urbana. El primer dato, el crecimiento de la superficie a partir de los años 50, resulta aparentemente paradójico si se tiene en cuenta que en esa fecha se dispara el fenómeno de la emigración.

La paradoja, sin embargo, sólo lo es en apariencia porque fue precisamente la emigración, con su consecuente mejora económica, lo que permitió a muchas familias hacerse una vivienda propia y salir de la casa familiar. Antes de bien entrado el siglo XX Fuentes apenas crecía porque los jóvenes que se casaban pasaban a ocupar un cuarto de la casa familiar. Las casas albergaban bajo el mismo techo a varias generaciones. Eso hacía que toda la población estuviera constreñida al limitado espacio que marcaba la redonda. Muchos ladrillos empleados en los barrios nuevos de Fuentes tienen impreso el sello de la emigración.

En cuanto a la presencia de fontaniegos ilustres en el callejero local, pocos han sido considerados dignos de merecer un puesto destacado, al menos históricamente. En el pasado, algunos militares como el Almirante Armero -al que se tituló como general a la hora de elevarlo al callejero- o el comandante Baeza. En tiempos más recientes se ha dado nombre de calle al maestro Juan Ruiz, al enfermero Ramón Barcia y al polifacético Antonio Caro Rubio Garbancito. A la luz del viario local, ningún político de la democracia merece figurar entre los ilustres hijos de la villa. ¿Será por falta de méritos? Más parece ser que los sucesivos representantes públicos han negado el reconocimiento a sus antecesores. O que hace falta alejarse más en el tiempo para llevar a cabo una evaluación sosegada.

Sorprende la ausencia de personalidades políticas en el callejero, como sorprende el empate entre los nombres de personas (casi todas ajenas a Fuentes) y los nombres religiosos. Treinta y tres personas y treinta y tres cristos, santos y vírgenes tienen calle en Fuentes. Sorprende más aún teniendo en cuenta la ideología política de izquierdas que rige Fuentes desde las primeras elecciones de la democracia. Calles, plazas y colegios tienen referencia religiosa. Cierto es, como apunta Francis J. González, que esos nombres proceden de tiempos de la dictadura, pero ninguna corporación ha osado nunca cambiar ni uno solo. Al revés, los cambios habidos han sido para incluir nuevos cristos o vírgenes al viario local. La calle Marquesa de Estella -¿quién fue esa marquesa tan presente en la vía pública fontaniega?- ha pasado recientemente a ser Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Ni siquiera el añorado primer alcalde de la democracia, Sebastián Martín Catalino, ha sido objeto del reconocimiento oficial de sus sucesores. Ni siquiera el último alcalde de la República, brutalmente asesinado -como otros componentes de aquella corporación- por los golpistas. Cuenta Francis J. González que la primera corporación de la democracia, bajo la dirección de Sebastián Catalino, llevó a cabo en 1979 una asamblea abierta que acordó suprimir del callejero los nombres franquistas y devolverle a cada calle el nombre por el que siempre fue conocida popularmente. No se consideró entonces que las calles con nombres religiosos tuvieran que ver con la etapa anterior, aunque casi todas ellas fueron rotuladas así por las autoridades franquistas: Santa Cruz, Santa Catalina, San Simón, San Rafael, Santa Catalina, Santo Tomás... El barrio la Rana, el de los comunistas, sólo podía tener nombres de vírgenes.

Otra conclusión del trabajo realizado por Francis J. González para hacer su libro podría ser que el pueblo de Fuentes es conservador por naturaleza. Conservador al menos en lo que se refiere a los cambios de los nombres de sus calles. Si una vez alguien tuvo éxito al llamar Huerta a la calle que nace en la calle Lora y muere en la redonda de la gasolinera, con ese nombre se queda para siempre. Durante la dictadura los políticos de la época intentaron que le llamaran Generalísimo Franco, pero ese nombre no fue más allá de las cartas que los emigrantes mandaban desde Alemania. Hasta hoy, la gente ha seguido llamándole Huerta. La Carrera nunca dejó de ser la Carrera por más que en las placas pusiera José Antonio Primo de Rivera.

Para los barrios nuevos se eligió a nombres de pintores y poetas (El carpio) o provincias andaluzas (entorno del paseo de San Fernando). ¿Por qué se llama así el barrio conocido como el Carpio? Resalta Francis J. González que el gran crecimiento de la superficie de Fuentes se ha producido a partir de la década de los ochenta y del boom de la construcción de los años noventa. Fuentes se ha triplicado en los últimos setenta años, de forma paralela al aumento de los servicios, la calidad de vida, el confort de las viviendas -antes pocas casas disponían de agua corriente, luz y cuarto de baño- y el parque de automóviles. El ayuntamiento ha multiplicado el número de funcionarios.