Asociarse o morir. Ese es el mensaje, la estrategia para enfrentarse al desmedido poder de las grandes eléctricas. Ni individualismo ni sometimiento a los dictados de los oligopolios de la electricidad. En cuestión de electricidad, la fórmula que cotiza al alza es la comunidad energética. A partir de ahora el consumidor debe guardar en la memoria la expresión comunidad energética porque la va a encontrar en todos los discursos. ¿Qué son las comunidades energéticas? Son agrupaciones de consumidores organizados para producir y compartir su propia energía eléctrica, obtenida de instalaciones solares situadas en sus tejados. Además, pueden vender la energía sobrante para compensar los consumos de determinadas horas o días de poca producción. Pueden ser asociaciones, cooperativa u otras formas de organización sin ánimo de lucro.
Las comunidades energéticas acaban de aparecer en el horizonte de Andalucía, si bien están bastante extendidas en diferentes países europeos. La Unión Europea pide a sus estados miembros que garanticen a sus ciudadanos la oportunidad de participar en este tipo de comunidades, un paraguas bajo el que coexisten ya iniciativas para fomentarlas. Es el caso de la Federación Europea de Cooperativas Ciudadanas de Energía (REScoop), organización que aglutina a más de un millón de ciudadanos y a 1.500 cooperativas energéticas. En España, paradójicamente, han empezado a proliferar en el norte, donde menos horas de sol tienen. Navarra es la comunidad más avanzada. Según la consultora americana Bloomberg, España es el segundo país del mundo con mayor potencialidad de producir energía solar, detrás de Australia, y por delante de Alemania, Italia y Turquía.
En Andalucía el fenómeno de las comunidades energéticas es todavía incipiente y las experiencias se cuentan con los dedos de una mano. Lo que nadie pone en duda a estas alturas es que serán un éxito en cuestión de pocos años. Técnicos en la materia indican que las instalaciones solares fotovoltaicas en los tejados serán en poco tiempo tan comunes como las antenas de televisión. Y que posiblemente ocurra como con las antenas, que empezaron siendo individuales, con lo que los tejados de los bloques eran auténticos bosques de cables y alambres, hasta que llegaron las antenas colectivas: cada edificio de pisos tiene ahora una única antena compartida. Algo parecido va a ocurrir con las instalaciones solares.
Las comunidades energéticas no sólo la pueden constituir o promover personas.También ayuntamientos u otros colectivos o entidades que se unan para generar, gestionar, almacenar y consumir su propia energía renovable de forma colectiva y colaborativa, pasando de ser consumidores pasivos de energía a desempeñar un papel activo en el mercado eléctrico, con un mayor control de los costes energéticos, convirtiéndose en protagonistas de la transición energética. A través de esta fórmula se pueden ofrecer, además, soluciones a situaciones de vulnerabilidad energética y en la lucha contra la pobreza energética. Es lo que algunos llaman "la energía en manos de la gente" que abunda en el desarrollo local, en el ahorro y en la concienciación ambiental.
A la carrera por la creación de comunidades energéticas se empiezan a apuntar todos aquellos que tienen perspectivas de futuro. El ayuntamiento de Fuentes prepara el lanzamiento de una de estas comunidades, para la cual ha solicitado un millón de euros a la UE. La comunidad energética de Fuentes estaría formada por el mayor número de vecinos posible, organizados en una decena de núcleos en torno a otras tantas instalaciones solares hechas sobre los tejados de sus casas. Tendría capacidad para producir y compartir unos 1.000 Kw. El proyecto está todavía en fase muy incipiente. Le está dando forma Cristóbal Jiménez, técnico de la empresa consultora Talio, de Écija, por encargo del ayuntamiento. Esos 1.000 Kw se repartirían inicialmente entre unas 2.000 familias agrupadas en 10 instalaciones, según el mapa que sigue.
El modelo que se quiere adoptar es similar al de poblaciones como Crevillent, en Valencia, o Monachil, en Sierra Nevada. El más ambicioso es el primero de ellos, que cuenta con un presupuesto de 4 millones de euros y prevé producir 5 MW, suficiente para cubrir la mitad de las necesidades de un municipio con 29.000 habitantes.
Son muchos los ayuntamientos que aplican importantes bonificaciones del IBI y del Impuesto de Obras a las comunidades energéticas. Fuentes prevé bonificar con una reducción del 30 por ciento del IBI durante 5 años a las comunidades energéticas y a los proyectos de autoconsumo. También se prepara un cambio de la normativa local que permita instalaciones solares por debajo de las 5 hectáreas. La norma actual está pensada para grandes plantas, por lo que exige que los proyectos sean como mínimo de 5 hectáreas. El tema no está cerrado, pero podría desaparecer la exigencia de una superficie mínima para estas instalaciones. Si se elige la fórmula de la cooperativa, sus funciones son muy similares a las de cualquier otro ámbito de actividad.
En la comarca hay dos proyectos de comunidades energéticas impulsadas por los ayuntamientos, uno en Fuentes y otro en Cañada Rosal. Este último es el más avanzado porque Cañada se pudo acoger a una convocatoria de ayudas para municipios de menos de cinco mil habitantes.
Las comunidades energéticas no tienen limitación a la hora de gestionar la energía y pueden, por ejemplo, comprar electricidad de forma mancomunada, lo que permite abaratar los costes. También pueden compartir la compra de electrodomésticos o acudir a las convocatorias de ayudas públicas. En este momento no hay ayudas públicas para estas comunidades, pero están a punto de salir. Hasta ahora se ha trabajado en las condiciones y reglamentos, así como en la difusión de experiencias de éxito. Es a partir de ahora cuando empezarán a publicarse las ayudas a la instalación.
Otro ejemplo de comunidad energética es el de Arroyomolinos de León, un pueblo de la sierra de Huelva con 965 habitantes, donde el ayuntamiento y la asociación MUTI ofrecen un servicio de apoyo y asesoramiento vecinal en materia de consumo de energía y para el impulso del autoconsumo colectivo. Una iniciativa que ha sido reconocida con diferentes premios a nivel nacional. Esta comunidad energética rural, Alumbra, ha explicado su modelo para convertirse en un operador energético local que promueve no sólo la producción y la distribución de energías renovables, sino también la capitalización de ahorros para financiar la rehabilitación energética, la gestión de residuos, procesos de economía circular, formación verde, iniciativas agroecológicas, gestión del agua, dinamización de la economía local o lucha contra la pobreza energética.
Otro caso de comunidad energéticas es el del municipio de Almócita, con 104 módulos fotovoltaicos instalados sobre el edificio de usos múltiples del ayuntamiento, que cuentan con una potencia de 50kW. En Córdoba, Rural Bridge está impulsando un proyecto de creación de diecisiete comunidades energéticas basadas en una hibridación de tecnologías renovables en la comarca de Los Pedroches. Y en Granada, la cooperativa de servicios energéticos CooperaSE está promoviendo la comunidad energética Río Monachil para instalar en cubiertas municipales energía fotovoltaica que se consuma localmente y compartir así los excedentes.