La obligación de las empresas y de los ayuntamientos es informar a la ciudadanía antes de construir. Y la obligación de los ciudadanos es informarse antes de adoptar una postura a favor o en contra. Es lo que aconseja el sentido común y lo que pide José Luis García, catedrático de Tecnología del Medio Ambiente de la universidad de Cádiz. Éste no es un científico elegido al azar para tratar de poner algún gramo de sensatez en el enfrentamiento desatado en Fuentes por la planta de biogás. José Luis García hizo su tesis doctoral precisamente sobre la ingeniería ambiental de la digestión anaeróbica, técnica en la que se basa el sistema de transformación de los residuos en gas metano.
Pregunta.- ¿Querrías para tu pueblo una planta de biogás?
Respuesta.- Sí, si estuviera bien dimensionada y correctamente operada. Las plantas de biogás no son algo de hace dos días. En países como Alemania, Dinamarca, Austria, Holanda e Italia llevan años funcionando sin problemas. Los malos olores propios del manejo de residuos están resueltos con éxito en este tipo de plantas. Existe la Agencia Europea de Biogás y una política de subvenciones para sustituir el gas fósil por el gas producido a partir de los residuos ganaderos e industriales. No hay nada raro detrás de todo esto y lo que debemos exigir es que se haga bien y que las plantas puedan funcionar los 365 días del año.
P.- ¿Nada raro?
R.- Lo único raro es que en España, país de enorme producción ganadera, no se hayan hecho plantas antes. Tenemos ingentes cantidades de purines y de residuos contaminantes y tenemos la tecnología necesaria para convertirlos en gas metano. Hasta ahora los vertíamos al medio ambiente. Hasta ahora, la digestión anaeróbica sólo se empleaba aquí para tratar los lodos de las depuradoras de agua. Era algo de menor importancia, en parte porque teníamos gas barato procedente de Argelia o de Rusia. Pero la guerra de Ucrania nos ha puesto ante el reto de usar los residuos urbanos, ganaderos y de la industria alimentaria para generar gas aquí. Con la ventaja añadida de que solucionamos el problema de la contaminación. Ha llegado el momento del biogás.
P.- Dicho así, parece un sueño.
R.- Las plantas reducen los residuos en un 95 por ciento y generan un gas que, de lo contrario, habría que comprar fuera y que es cada vez más escaso y caro. La tecnología para hacerlo es eficaz y segura. ¿Dónde está el problema?. Exclusivamente puede estar en la gestión que se haga de las plantas. Si son correctamente operadas y vigiladas, no debe haber problema. Cuando los haya, si es que los hay, tenemos las herramientas para corregir los posibles fallos.
P.- ¿Si eso es así, qué explica tanta oposición?
R.- En primer lugar, el enorme desconocimiento de la población. En segundo lugar, muchas veces se utiliza políticamente como arma arrojadiza. En muchos casos no se sabe informar a la población y hay quienes aprovechan la desconfianza que existe hacia todo lo que sea política. En este país hay revanchismo y demagogia, además del estigma que caracteriza a todo lo que tenga que ver con los residuos. El reto de la economía circular y de las energía renovables es la revalorización de los residuos. La obligación de los ayuntamientos y de las empresas es informar, lo mismo que la obligación de la ciudadanía es informarse antes de adoptar una posición ante este asunto.
P.- Las basuras para el patio del vecino.
R.- Algo así, pero en este momento el concepto de residuo es meramente legal porque a efectos prácticos estamos hablando de estiércol y de otras materias capaces de generar aportes de energía y, por tanto, riqueza para un territorio. Es más, visto el panorama, a lo que estamos abocados es a una lucha por quedarse con esos residuos que ahora nadie parece querer. Es verdad que hay oportunismo por las subvenciones que estas plantas traen consigo, pero también proyectos generadores de empleo y actividad económica. Lo que debe exigir la población es rigor en los proyectos y participación en los controles.