"Los historiadores no tienen suficientemente en cuenta esta capacidad para lanzar piedras. Una pedrada en el cráneo de una hiena la mata. Los perros huyen cuando nos agachamos como para coger una piedra porque una pedrada en la boca los deja sin dientes. El lanzamiento de piedras es una cosa muy seria. No te sirve de nada ser el más bruto, si los demás miembros del grupo saben lanzar piedras.
—David contra Goliat —se me ocurrió.
—Ahí lo tienes —continuó él—. La fuerza fue sustituida por la política gracias a las piedras. Los chismes son nuestras piedras. Acaban con la reputación de alguien y lo inhabilitan para convertirse en jefe.
—¿Y el cotilleo?
—El cotilleo es una forma de coerción que impide que alguien se desvíe de la norma. Es muy opresivo, sobre todo en las comunidades pequeñas.”
La lectura de este pasaje del libro La vida contada por un sapiens a un neandertal, del escritor Juan José Millás y del paleontólogo José María Arsuaga, tiene el efecto de trazar un puente entre el presente y la infancia de quienes nacimos y crecimos en Fuentes. Un puente entre aquellas infantiles batallas campales a pedradas entre chavales de diferentes calles y la actualidad, donde las piedras han sido sustituidas por chismes lanzados a través de las redes sociales y que tienen los mismos fines que entonces y producen efectos similares. Podríamos decir que muchos habitantes del Fuentes actual lucen abundantes calicheras producidas no por pedradas, sino por los bulos que circulan por las redes.
La finalidad es la misma, dañar al otro. Cuando niños, los otros estaban en la calle de al lado. El Postigo contra la calle el Bolo, por ejemplo. Ahora, los otros son los que piensan de otra manera, aunque vivan puerta con puerta, los que aspiran a hacerse con un puesto que ocupa un adversario, los que litigan por hacerse con una propiedad en discordia o, simplemente, los que andan por la vida siempre en guerra contra el mundo, los tocapelotas. En algunos casos, esto de apedrearse a través de los redes viene a ser como un juego como entonces, aparentemente menos sangriento, pero con resultado igual de doloroso y destructor. El ser humano no ha dejado de ser un niño desde que evolucionó de neandertal a sapiens, sostiene Arsuaga.
Digamos que ahora David vencería Goliat de forma más sutil que con una pedrada entre ceja y ceja. Le bastaría con la propagación de bulos que destrozaran el prestigio de Goliat, algo que amplificado por las redes vendría a ser todavía más efectivo que la honda de la que habla la historia sagrada. No olvidemos que el objetivo último de David era convertirse en rey de Israel y que Goliat, campeón de los filisteos, era su adversario más encarnizado. La finalidad sigue siendo la misma, acabar con las opciones de algún competidor, algo que en las redes equivale a su destrucción social. Lo único que cambia es la forma de hacerlo, como apunta el prestigioso paleontólogo.
La vida política anda contaminada por esas batallas campales en las redes sociales y en los medios de comunicación. El uso del bulo con fines destructivos tiene enrarecido el clima social. Lo mismo en Fuentes que en todo el país, igual en Europa que en América. En Fuentes, cuando dejábamos de ser niños abandonábamos las batallas a pedradas. Nos habíamos hecho hombres y, si acaso, las batallas eran personales por una herencia entre hermanos, por una linde entre vecinos o por un mal gesto. Nada trascendía más allá del ámbito privado. Ahora, internet ha devuelto el uso de la piedra con dimensión social, política. Pululan por las redes expertos en la propagación de bulos con intención destructiva.
La batalla de las redes es de una eficacia demoledora para derribar al adversario y entraña bastante menos riesgo que la pedrada tradicional. David tuvo que atinar a la primera porque si hubiera fallado, la reacción de Goliat hubiese sido brutal. Las pedradas de las redes exigen menos puntería y entrañan riegos menores. Si no se acierta a la primera, se reincide hasta lograr el fin perseguido. Difama, que algo queda. Cuantos más bulos, más posibilidades de éxito hay. Cuanto más disparatados sean los chismes, mas posibilidades tienen de triunfar porque cada vez la gente demanda mentiras más gordas. Al contrario que la mentira, la verdad tiene poco recorrido en las redes sociales. Piedras, más piedras, sangre, vísceras, demanda el público en la grada del circo romano en el que ha devenido el uso endiablado de internet.