Servir a la ciudadanía es uno de los mandatos que reciben las políticas y políticos que votamos cada cuatro años. Hay que tener verdadera vocación de servicio para llevar a cabo la tarea. Saber escuchar e intentar mejorar y apoyar las aportaciones de la ciudadanía es, quizás, una de las tareas más difíciles una vez elegidas las personas que nos representan. Sabido es el ser humano, una vez en el poder, tiene inclinación natural a creerse en posesión de la verdad y la razón y, como resultado, no escuchar como positivas y razonables las aportaciones de movimientos ciudadanos.

Por eso, cuando el pueblo le encomienda un mandato, el político no debe perder la noción de la realidad y saber que ese mandato es temporal. Esa temporalidad es una de las esencias de la democracia. Sin ella estaríamos hablando de mandatos que se alargan en el tiempo, que alejan de la realidad y hacen creer que el poder pertenece a los que han sido elegidos y no una tarea encomendada por el pueblo.

Un buen servidor, una buena servidora, tiene en sus deberes no prometer aquello que no puede cumplir. Si esto es algo casi imposible de encontrar en los tiempos que corren, no entendemos cómo se deja de cumplir aquello que es fácil de hacer, como por ejemplo contestar a escritos que las ciudadanas y ciudadanos elevan a un político, a un servidor del pueblo, más cuando ha comprometido su palabra en hacerlo, no una vez, sino varias veces.

El día 1 de febrero, un grupo de 48 ciudadanas y ciudadanos de Fuentes, usuarias y usuarios del centro de participación activa de personas mayores (Hogar del pensionista, como comúnmente se conoce) elevamos un escrito a la presidencia del citado centro y al señor alcalde; a este último por ser el centro municipal, pidiendo información sobre la última asamblea constituyente donde se eligió a la junta de participación y gobierno y de la que no existe acta, según nos informaron tanto en el centro como en el ayuntamiento, a esto se unía la imposibilidad de conocer la fecha exacta de la asamblea.

Pasado un tiempo prudencial y después de preguntar a la alcaldía si iba a contestar al escrito y obtener una respuesta afirmativa que no se materializaba en el tiempo, optamos por elevar otro escrito el 10 de marzo, donde pedíamos una asamblea extraordinaria. El escrito iba firmado por 78 socios y socias del centro, que representan el 15% del total en cumplimiento del Capítulo III del decreto que regula el funcionamiento de los centro de participación activa de personas mayores.

Al no tener respuesta tampoco a este escrito, mantuvimos una reunión con el alcalde, a la que asistieron unas veinte personas. En ella volvimos a pedir la convocatoria de una asamblea extraordinaria. Sin resultado positivo. El alcalde no veía motivo para ello. En ningún momento nos indicó que el presidente del hogar tuviera voz ni voto en el asunto. No quiero cansaros con el relato de los diferentes motivos por la que una y otra vez hemos solicitado reunión con el alcalde, pero siempre nos ha atendido. Sí quiero dejar claro que, como decía al principio, un servidor público se debe a todas y a todos los ciudadanos. Creo que merecemos, como cualquier fontaniego y fontaniega, una respuesta. Respuesta que por otro lado se nos ha prometido, pero que no llega nunca.