En los años 60, un puñado de militantes del PCE de Fuentes protagonizaron un asalto al poder de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, el sindicato impuesto por el franquismo después de la guerra civil y tras la disolución de los sindicatos de clase. Aprovecharon para ello las consignas que el régimen lanzaba a la opinión pública extranjera diciendo que en España había elecciones sindicales libres y que los jornaleros y trabajadores elegían a sus representantes en los órganos del sindicato vertical.

Aprovechando ese resquicio, y tras ser elegidos varios jornaleros como representantes de los obreros en las diferentes secciones, consiguieron que la asamblea plenaria nombrara a Francisco Bejarano López, militante del PCE, jefe de la sección social. En la sección económica estaban Felipe Jiménez “El Tolito” y José Morón. Este último llegaría a ser nombrado posteriormente presidente de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. Esto fue posible porque los representantes de la sección económica, que representaba a los agricultores, y los de la sección social, integrada mayoritariamente por jornaleros, tenían el mismo número. Ayudó también que en la sección económica hubiera ya infiltrados algunos miembros del PCE local, como Santiago Álvarez y otros.

La política sindical del régimen nacido de la guerra civil se plasmó en la Ley de la Unidad Sindical, de 26 de Enero de 1940, que desarrolló los principios que inspiraron el Fuero del Trabajo franquista. Dicha ley conllevó la creación de un único sindicato, encuadrándose en el mismo todos los actores de la economía, por ramas de producción o servicios. También supuso la unidad de actuación, bajo la inspección de la Delegación Nacional de Sindicatos que, mediante la Ley de 23 de septiembre de 1939, había recibido todos los bienes patrimoniales de las organizaciones sindicales y asociaciones hasta entonces constituidas.

Las citadas hermandades sindicales tenían encomendada la representación y disciplina de los intereses económico-sociales del agro español y sus funciones se extendían al orden social, económico, asistencial, comunal, de asesoramiento y colaboración con el Estado. A ellas pertenecían "de forma voluntaria” todos los agricultores, ganaderos y trabajadores del campo y de la ganadería. En su organigrama figuraba: la asamblea plenaria, el jefe de la Hermandad, el secretario – única persona que era un funcionario y que obtenía el sueldo del ejercicio de su función- y las diferentes secciones- Social, Asistencial, Económica, Comunal, Asesora y Colaboradora con la administración- al frente de las cuales figuraba un jefe que era asistido por un número determinado de vocales.

La Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos era el sindicato vertical del medio rural. Agrupaba a los propietarios de las tierras y a los jornaleros que trabajaban en ella. Por ello era muy importante controlar estas organizaciones. Era la única forma de organizarlas a favor de los más desfavorecidos. Por eso, en Fuentes el PCE empezó a plantearse la idea de ir introduciendo en el sindicato vertical local a representantes de los trabajadores del campo, aprovechando las convocatorias oficiales y así poder controlar desde dentro las organizaciones legales del régimen franquista. Surgieron entonces dos tendencias opuestas. Los más veteranos del PCE odiaban ocupar puestos de carácter sindical dentro del régimen franquista, al que querían combatir por todos los medios a su alcance. Los más jóvenes pensaban que si se organizaban podían controlar los centros de decisión de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos.

Paco Bejarano, aún joven

Una vez dentro, con la jefatura de la sección sindical en sus manos, Paco Bejarano extendió la seguridad social a todos los trabajadores que consideraba que la necesitaban por ser escasos sus medios económicos. Daba igual la profesión que tuvieran -pequeños agricultores, barberos, zapateros, pequeños empresarios, etc.-. Esto llegó a provocar un enfrentamiento con la patronal, ya que ésta sostenía que lo que se estaba haciendo era ilegal, porque sólo tenían derecho al seguro médico los que trabajaban como jornaleros exclusivamente. Así fue como desde dentro del sindicato vertical, Paco Bejarano metió a "medio Fuentes" en la seguridad social.

Además, gracias a los militantes comunistas infiltrados en el sindicato franquista los jornaleros pudieron acceder a las dependencias de la Hermandad, que se convirtieron en lugar de reuniones tanto nocturnas como diurnas para tomar decisiones que beneficiaran a los trabajadores. Las autoridades locales comenzaron a sospechar de estas reuniones e incluso muchas de ellas eran interrumpidas por la presencia de la Guardia Civil que se presentaba de improviso, pero nunca pudieron ser clausuradas porque estaban dentro de la normativa vigente. Más tarde, en las elecciones de la Cámara Agraria de Sevilla eligieron a Francisco Bejarano jefe provincial de la sección social.

En esos años el sistema de ayuda a los obreros agrícolas en paro estaba muy desprestigiado, ya que era muy arbitrario e indigno. Se le había llamado “La Carrasca” porque se pagaba muy poco y se trabajaba menos. Por ello los que iban a él no se les consideraban buenos trabajadores. La nueva tarea que se habían propuesto trabajar dentro del sindicato vertical, ligando lo legal con lo ilegal, iba a servir para cambiar el rostro del paro, dándole un nuevo carácter a lo que entonces había sido esa mala y desprestigiada ayuda a los obreros en paro. Por ello las reuniones eran continuas y desde la Hermandad de Labradores se exigía cada vez más a menudo que el alcalde, a la sazón José Herrera Blanco, se implicara para traer al pueblo más fondos a fin de que los jornaleros pudieran tener un salario mínimo en las largas épocas de desempleo entre las cosechas. La postura del alcalde era de oposición a las demandas de los jornaleros ya que su aceptación implicaría crearle al gobernador civil un problema y el alcalde estaba nombrado precisamente para evitarlos.

Paco Bejarano, en la actualidad

En alguna ocasión el enfrentamiento entre los representantes de los jornaleros y el alcalde por los problemas del paro alcanzó extremos muy radicales. En una ocasión el alcalde amenazó a los jornaleros, llegando a emplear expresiones como” yo no gané una guerra para tolerar ninguna situación como ésta” y “ si es necesario cogería de nuevo las pistolas para garantizar el régimen”, a las que Paco Bejarano, como jefe de la sección sindical, contestó: “usted habrá ganado una guerra, pero yo no he perdido ninguna” . En una comisión en la que estaba José María Conde, como secretario del ayuntamiento, se le ocurrió decir a Bejarano que los trabajadores necesitaban pan para ellos y sus hijos. Ante esta afirmación Conde respondió “gracias a nuestro caudillo, en España no le falta pan a nadie”. A estas palabras respondió Bejarano con una pregunta. “¿ Es usted católico?”. A lo que con soberbia él respondió: “y apostólico y romano y además practicante”. Entonces Bejarano con sorna le dijo: “Habrá rezado, seguramente, muchas veces el padrenuestro y en él habrá dicho el pan nuestro de cada día, pues ese pan que usted pide significa todas las necesidades que un hombre tiene, ya que no se le va a pedir por el pan, los garbanzos, las lentejas, la carne, etc. ¿y cree de verdad que los trabajadores tienen hoy sus necesidades cubiertas?. Pues eso es mentira. O Dios es muy miserable o usted tiene muy poco conocimiento”. Entonces el secretario salió por los Cerros de Úbeda y la reunión se cerró de muy malas formas.

La destitución de Bejarano como jefe de la sección social se produjo por aquellos enfrentamientos. Fue llamado a Sevilla y allí le dijeron que o bien presentaba la dimisión “voluntariamente” o bien se le formaba expediente disciplinario. Ante ello, Bejarano aludió que él no presentaba la dimisión y que sólo quienes lo habían elegido podían quitarle el mandato. Ante su negativa se le formó expediente y en su lugar pusieron a Ignacio Conde. Su presencia en los órganos de la sección social duró desde el 1966 al 1968. A continuación, a Paco Bejarano sólo le quedaba la opción de emigrar si quería volver a encontrar trabajo. Por eso se fue a Alemania.

A su vez, José Morón continuó cierto tiempo más como presidente de la Hermandad hasta que abandonó el pueblo para trasladarse a unas tierras de colonización que le habían dado en los poblados de las marismas del Guadalquivir. La situación cambió con la llegada a la alcaldía de Antonio Lora Armías, que introdujo un talante más comprensivo hacia los problemas de los jornaleros y realizó una política más tolerante respecto a sus reivindicaciones.