-Está prohibido (leer a Shakespeare) ¿comprende? (…)
-pero… ¿por qué está prohibido?
El interventor se encogió de hombros.
-Porque es antiguo, esta es la razón principal.  Aquí las cosas antiguas no o nos son útiles.
-¿Aunque sean bellas?
-Especialmente cuando son bellas. La belleza ejerce una atracción y nosotros no queremos que la gente se sienta atraída por cosas antiguas. Queremos que les gusten las nuevas.

Con este fragmento de "Un mundo feliz", de Aldous Huxley, comienza el libro de Catherine L´Ecuyer "Conversaciones con mi maestra", que todas y todos deberíamos leer, padres, madres, maestras, maestros, políticos y políticas. Todas las que sentimos y pensamos que la educación es algo muy, muy importante. En una entrevista, la autora cuenta que su hija le preguntó un día por qué llovía hacía arriba. Recordé cuando mi hija pequeña, Aurora, tendida poca abajo en el sofá, con la cabeza colgando, me preguntó cuál era su arriba y su abajo. Y comprendí qué quería decir Catherina L´Ecuyer con el asombro, eso tan necesario para aprender, el deseo del conocimiento de aquello que se descubre  por primera vez. Pero para descubrir la realidad, para llegar al conocimiento, hay que tener un guía, un maestro o una maestra para que el niño no se pierda en la maraña de la información. No se puede querer aprender aquello que no conocemos, aquello que nos viene dado en cantidades ingentes, en un tiempo incapaz de asimilar.

A través de los diálogos de un joven estudiante de magisterio y una maestra jubilada, el libro de L´Ecuyer va desgranando los métodos educativos de las mal llamadas, según la autora, Nueva escuela y Escuela tradicional. Tanto una como otra hunden sus raíces en los siglos XVII, XVIII y XIX, incluso en los filósofos griegos. Primero expone las teorías filosóficas que dieron lugar a esos métodos, teorías que a veces han sido despreciadas por los pedagogos, sin pararse a contextualizar esas mismas teorías y los métodos a los que dieron lugar. Nos va introduciendo en el realismo, el idealismo, el romanticismo, el constructivismo… de una manera amena, sin complejos desarrollos  teóricos.

Nos dice que la estimulación temprana no es lo mejor para el niño, que debemos ofrecerle aquello que está a su alcance, no podemos pedirle cosas que no puede hacer (me acordé de esos magníficos trabajos que hacen las madre y padres…)  Critica la idea tan válida, al menos en mi tiempo de docente, de “aprender a aprender”. Dice literalmente ”¿Cómo sabe lo que le hace falta saber al que aún no sabe nada acerca de aquello que le falta saber?”. Ella apuesta por el “saber aprender” y aquí juega un papel muy importante el saber leer, tener el sosiego necesario para leer con calma, dedicarle el tiempo necesario a la tarea de adquirir los conocimientos. Primero hay que sentir, educar con los sentidos, de forma sensorial, en la etapa infantil.

Para la autora, el método Montessori brilla sobre todo los demás, aunque ha sido mal comprendido por muchos, según ella. Abomina del conductismo ese que hace del alumnado seres dóciles, que estudian por el premio (notas, regalos…) o para evitar el castigo. En la escuela pública debería haber oferta de métodos, pero bien explicado a las familias. Hace una clara distinciones entre la escuela pública y la estatal, esta última adoctrinadora como en las dictaduras, que según la autora, con la que estoy de acuerdo en muchos puntos, es lo que pretendía Rousseau con su Emilio que perseguía un ciudadano “libre” pero manipulado totalmente por su tutor, un ciudadano obediente respecto al ideario de la revolución francesa. Se puede estar de acuerdo o no con esto, pero hay que saberlo.

Habla de la importancia de la educación personalizada, acto profundamente humano, que no individualizada. Google está muy bien para transmitir información, no conocimientos, no se pueden adquirir estos sin tener actitudes previas, sin saber qué queremos y necesitamos saber. Y no digamos la idea que tenía Rousseau de la mujer… A pesar de todo ello es uno de los más influyentes en los métodos de la llamada Nueva Escuela.

Resumiendo, no podemos adoptar un método cualquiera desvinculándolo de la teoría filosófica y el contexto histórica en la que se inspira, ni emplear un método en edades inadecuadas. Cada edad, cada etapa educativa, tiene sus características y necesidades. El alumno, la alumna, son los protagonistas de su educación y la maestra y el maestro es un guía necesario para que no se pierda en un mundo cada vez más complejo.

En un momento del dialogo entre Matías, así se llama el estudiante, y Casilda, la maestra le dice que cuando esté en el mundo de la educación en un centro cualquiera, se sentirá muy solo. Quiero creer que cada vez hay más maestras, maestros, profesorado en general que no se dejan llevar por la falsa disyuntiva de la Nueva o vieja Escuela, sino por al belleza, ésa que siempre está en los textos de Shakespeare o cualquiera que sepa transmitir la belleza y el conocimiento, sea viejo o nuevo.
Lean, lean el libro y muchos más. Es una de las mejores formas de crearnos pensamiento crítico, ése que nos salva un poco de las llamadas fake news, noticas falsa, bulos y demás entontecimientos.